martes, 17 de julio de 2012

NACIMIENTO Y DISOLUCIÓN DE LA NUEVA GRANADA


De: Mario Pachajoa Burbano

Amigos:

Pedro Carbó Noboa, (1813-1894), candidato a la presidencia del Ecuador, político, diplomático, escritor, historiador, autor de exitosos libros, en su artículo "Nacimiento y disolución de la antigua Colombia" se refiere a la creación y desmoronamiento de la Nueva Granada.

Cordialmente,

***

NACIMIENTO Y DISOLUCIÓN DE LA ANTIGUA COLOMBIA
Por: Pedro Carbó

La unión de los pueblos del antiguo virreinato de la Nueva Granada con los de la Capitanía general de Venezuela, para sostener su mutua independencia, no sólo había producido el triunfo de ésta, sino la fundación de la heroica y renombrada república de Colombia.

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Esta, en verdad, se había organizado bajo las circunstancias más felices. Sus valientes hijos habían peleado con una constancia y un heroísmo admirables, Bolívar, Nariño, Sucre, Páez, Santander, Padilla y otros tantos adalides habían inmortalizado sus nombres en varias acciones memorables, combatiendo por la libertad, y haciéndola triunfar, a pesar del número y pericia de las tropas enemigas. Ante el ímpetu y denuedo de los soldados republicanos, sucumben Morillo y sus legiones aguerridas en la heroica lucha de la España con Napoleón.

Bolívar, aclamado como jefe de la nueva República, extendió después sus límites, agregándole, de grado o por fuerza, los pueblos de la antigua presidencia de Quito, inclusive la provincia de Guayaquil, que por los heroicos esfuerzos de sus propios hijos, había sacudido el yugo colonial y erigiéndose en Estado independiente.

Terminada la guerra de la Independencia, el Congreso constituyente de Cúcuta dio a Colombia una constitución republicana y liberal; pero con el defecto notable de dejar a los departamentos, provincias, cantones y parroquias que creaba sin la suficiente descentralización administrativa, tan necesaria para una República de tanta extensión territorial y de escasas y difíciles vías de comunicación.

Mas por otra parte, el mismo Congreso dio algunas leyes tan sabias, liberales y humanas, que cualquiera nación civilizada se honraría con ellas.

Colombia empezó, pues, a figurar con crédito y gloria entre las naciones. El caudillo a quien ella misma dio el título de su Libertador, adquirió también una gran prestigio y una fama universal.

Ufana y orgullosa de sus triunfos la joven República, simpatiza luego con los hijos del Alto y Bajo Perú (hoy Perú y Bolivia), en sus esfuerzos para obtener su propia independencia, y se apresura a enviarles sus tropas y sus renombrados caudillos, Bolívar y Sucre entre ellos, quienes realzan su fama egregia en nuevos y victoriosos combates, y llevando triunfante el pabellón colombiano desde fértiles colinas del Guayas hasta las plateadas alturas del Potosí.

Todo hasta entonces parecía sonreír a Colombia; todo parecía haberle asegurado un porvenir de paz y prosperidad.

Mas no pasó mucho tiempo sin que este prospecto lisonjero fuera despareciendo ante el influjo de desgraciados sucesos. El espíritu de desunión que nació desde los principios días de la independencia, por las cuestiones del centralismo y federalismo, aún no se había extinguido enteramente y servía a veces para excitar las pasiones enemigas de los hombres que se hallaban en el poder. Los sentimientos de gratitud y estimación por los caudillos de la independencia, fueron luego convirtiéndose en odio contra algunos de ellos. La fuerza moral de las leyes empezó después a relajarse.

El crédito exterior de la República comenzó también a sufrir, a consecuencia de algunas inconsultas y malas medidas del gobierno; y lo que es peor aún, cuando ya había terminado la guerra de la independencia, y no eran necesarios auxilios pecuniarios extraordinarios, se contrajo, durante la administración del vicepresidente Santander, encargado del Poder Ejecutivo durante la ausencia del Libertador Presidente, una deuda inmensa, de treinta millones de pesos, con el pretexto de gastos militares urgentes, de pagar la deuda contraída anteriormente, y de emplear lo restante en beneficio de la nación; objetos que en verdad se atendieron bien poco, porque el empréstito fue invertido inconsideradamente.

Bolívar desaprobó justamente el empréstito como innecesario y oneroso para Colombia. Pero Bolívar, que había sido demasiado lisonjeado por sus partidarios y admiradores, manifestaba ya también tendencias al poder absoluto.

En el Perú mismo, donde ejercía el mando supremo y la dictadura, tuvo en mala hora el pensamiento de formar y ofrecer a la aceptación de la Republica que él creó y lleva su nombre, es decir, Bolivia, un pacto político, con el nombre de Constitución boliviana, en la que se fundaba un sistema de gobierno, más monárquico que republicano.

Los pronunciamientos que enseguida se hicieron en algunos departamentos de Colombia, para proclamar esa constitución, la proclamación de esta misma en el Perú, el nombramiento que con arreglo a ella se hizo en Bolívar para presidente vitalicio, fueron infaustos acontecimientos, que contribuyeron poderosamente a dividir más los ánimos en ambas repúblicas, y a llevar a los partidos a una abierta lucha.

Los alborotos de Venezuela en 1826, y el estado de descontento que se notaba en el resto de Colombia, obligaron a Bolívar a regresar a ella el mismo año de 1826, dejando el poder supremo del Perú en manos de una junta de gobierno.

Con la llegada de Bolívar a Colombia se apaciguó por lo pronto Venezuela. Pero fueron sucediéndose otros graves y trascendentales acontecimientos, a saber: La revolución de la tercera división colombiana, auxiliar del Perú, hecha en Lima en enero de 1827, contra el régimen boliviano; la reunión de una convención nacional en el mismo Perú, que declaró nula la constitución boliviana, y organizó un gobierno nacional; el noble pronunciamiento de Guayaquil, desconociendo la Constitución boliviana, que se le había impuesto ilegalmente, y proclamando el sistema de gobierno federal; la convocatoria de la Convención de Ocaña, su inmediata disolución y mal resultado; la dictadura de Bolívar; la tentativa de asesinar a éste en su propia habitación; la prisión y el destierro del vicepresidente Santander, la Guerra con el Perú; el proyecto del Consejo de gobierno de establecer una monarquía en Colombia; la convocatoria del Congreso denominado Admirable; la renuncia que ante ese mismo Congreso hizo Bolívar de presidencia de la Republica y su separación del mando supremo, cuyo sucesor nombrado fue el respetable patriota Joaquín Mosquera; la revolución militar y la dictadura del general Rafael Urdaneta en Bogotá, y por último, la separación de Venezuela de la Unión colombiana constituyéndose en estado independiente. Bolívar, que se había retirado a Santa Marta, veía desde aquellas playas desmoronándose ya la bella obra, que él con su genio y valor había formado, pero no sabido conducir con acierto, y si querido reformar con mano indiscreta.

Los departamentos del sur siguieron al fin el ejemplo de Venezuela, y se constituyeron en una nueva República, bajo el nombre del Ecuador.

El inmenso edificio colombiano había, pues, ya perdido sus dos grandes columnas laterales, mientras que su parte central, que había quedado sin equilibrio, iba a caer, como cayó al menor impulso. ¡Y coincidencia singular!- el artífice expiraba al tiempo mismo de la destrucción de su obra, bajo cuyas ruinas quedó sepultado.

REFERENCIA: JOSÉ DOMINGO CORTÉS, "Prosistas Americanos: trazos escogidos de literatura", París, Tipografía LaHure, abril 1875.

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