martes, 17 de julio de 2012

Buscando salidas a la crisis en el Cauca


Por Luís Barrera
Editor Proclama del Cauca

Somos conscientes de que las cosas en el Cauca son más complejas y graves como las que se vienen planteando y presentando para entrar de lleno a resolver los múltiples viejos problemas que lo tienen como primera página en todos los medios de comunicación.
Creemos inclusive que la prensa regional y nacional puede llegar a jugar un papel destacadísimo de carácter pedagógico y moral, del que nunca debiera sustraerse, propiciando foros de encuentro y acercando posiciones encontradas, pero sobre todo, contando y opinando acerca de la realidad que están viviendo las comunidades, el atroz rostro de guerra y sus cicatrices en lo más profundo de su conciencia colectiva que pueden seguir generando puntos sin retornos.
En PROCLAMA como medio independientes de expresión y opinión del Cauca, consideramos que no hay nada peor que la guerra. En ella todos pierden: los contrarios, los inocentes, los bienes construidos y la naturaleza. Ante esto, en apariencia, la paz se convierte en un bien supremo, en que en la generalidad de la sociedad parece haber entendido que corresponde en adelante llegar a un consenso para buscarla porque ésta no puede ser una guerra sin fin.
Sin embargo, analizando el panorama actual de orden público: un día en absoluta calma, al otro día conmocionados por un acto terrorista o atentado contra las fuerzas del orden o la sociedad civil y las respuesta del gobierno nacional ante las exigencias de las comunidades y viceversa, sus comportamientos frente a las autoridades legalmente constituidas se tienen que reconocer dos hechos que contradicen, la afirmación anterior:
1) Que la historia del desarrollo social en el Cauca ha corrido más por la ruta de la guerra, escenario e incubadora de grupos subversivos en la que los periodos de paz han sido excepcionales;
2) consecuencia lógica de lo corroborado en la realidad cotidiana de algunas sus regiones, hay una notable influencia de una cultura soterrada alimentada por grupos al margen de la ley que se inclina más a ponderar lo bélico que a evitarlo, lo ilegal y torcido, a los caminos del bien vivir.
La paz desde esta posición parece inalcanzable y hasta utópica por los poderosos intereses que hay en juego. Por eso, se hace indispensable rastrear esta macabra cultura de la violencia, para ir sustituyéndola por una cultura que apueste a la vida en todas sus manifestaciones.
El Cauca hoy, sin tapujos hay que escribirlo, está sitiado por la violencia, el miedo y la muerte; y con ánimos encendidos por tiempos pre-electorales que vendrán el próximo año, es urgente detenernos a reflexionar y a dirigir, ojalá en cabeza del propio presidente Santos y el Gobierno nacional, las autoridades locales y seccional y la clase dirigente, esfuerzos con la intención de establecer con la participación de todos los caucanos, una salida inaplazable para coquetear con la paz, la convivencia y la reconciliación.
Para empezar a ponerle fin a esta guerra hay que desde la sensatez sentar las bases capaces de generar un ejercicio de nuevo liderazgo en nuestro departamento, que en forma amplia, requiere abordar cuestiones como derechos humanos, convivencia democrática, resolución de conflictos, tolerancia al sentir y pensar del otro, inversión social, conciliación y reconciliación de experiencias, etc.
La solución a este momento de presión del movimiento indígena sobre las Fuerzas Armadas y el Gobierno nacional, tampoco debe ser poniendo ultimátum porque esto produce rechazo de ciertos sectores que pueden indignarse ante semejantes pretensiones, la cosa es mejor dialogando y consensuando.
En buena hora nos parece excelente la intermediación que eventualmente podría oficiar el exmagistrado de la Audiencia Nacional en España y actual asesor del Tribunal Penal Internacional de La Haya, Baltasar Garzón, quien goza de amplia credibilidad entre las comunidades indígenas y el beneplácito del gobierno nacional en temas de la justicia transicional y los derechos humanos.
Porque lo que ahora se requiere son soluciones conjuntas con voluntad y consenso político que saquen a la región del atraso y olvido, en donde haya respeto a la vida, a la libertad, al bienestar de los demás, a los débiles, a las ideas, a la salud, a la justicia, al ambiente, al pensamiento y a la cultura diferente.
Nos la hemos pasado los caucanos todos, cazando peleas parroquiales, ejerciendo el “caucanibalismo” político y la exclusión oprobiosa. Olvidándonos de enrutar a las nuevas generaciones para la paz en la que se construya una nueva razón. Una racionalidad paralela que encuentre la cooperación mutua entre las comunidades, organizaciones sociales y políticas y no el dominio perverso de uno sobre otros.
El Cauca tendrá una guerra sin fin mientras no reconozcamos que los conflictos bélicos, con frecuencia son injustos, evitables y generadores de catástrofes pero que es primordial, sin hipocresías y con futuro optimista y esperanzador, recorrer los caminos de la reconciliación que serán los únicos que lo sacarán de la pobreza y olvido que experimentan sus poblaciones.

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