jueves, 19 de julio de 2012

El diálogo es el camino


Por: Luís Barrera

Nuevamente se está demostrando que conversando, hablando y dialogando es como se entiende la gente. Los acuerdos iniciales a que han llegado los dirigentes indígenas con voceros del Gobierno para poner un cese a las hostilidades y enfrentamientos que tienen en vilo a los caucanos y la opinión nacional, comienzan a dar los primeros pasos hacia lo que podríamos señalar que sólo el diálogo es el camino para superar la crisis en el Cauca.

Obviamente se trata en esta ocasión de un diálogo que ojalá sea abierto, consistente y coherente con lo que se practica. Las partes deben conversar y generar un debate que permita encontrar soluciones rápidas y pragmáticas.

Pero para que esto sea posible, es necesario que estén presentes todos los actores involucrados y todas las opiniones representadas. Tal como declarara hace pocos días el arzobispo de Popayán, Monseñor Iván Antonio Marín López, nosotros también creemos que "en este momento y como siempre, el diálogo es el camino a la solución de los problemas". Muchos son los obstáculos por vencer y recordarles a nuestros compatriotas indígenas que muchos “fines” fueron “principios” de cosas mucho mejores.

El compromiso de respetar a las Fuerzas  Militares y de Policía, las leyes y los principios constitucionales que rigen en nuestro Estado social de derecho demuestran que estamos convencidos de que el organizarse para generar espacios de diálogo, sigue siendo la mejor alternativa para salir de un conflicto que no sólo afecta a nuestras poblaciones caucanas, sino a todo un país.

El diálogo en el Cauca supone tener un espacio para las comunidades y las  autoridades para conectarse y hablar entre sí. Supone un proceso en el que los participantes se involucran en un compartir o en un mutuo interrogatorio en el que ambos examinan, reflexionan, cuestionan y piensan. En, y a través del diálogo sincero sin tapujos ni cartas bajo la mesa, el significado y las comprensiones pueden en adelante ser interpretadas, reinterpretadas, clarificadas, revisadas y ampliadas.

Los caucanos debemos comenzar a entender que la tolerancia no debe de faltar para aceptar ideas contrarias a la nuestra, y pacientemente ponernos de acuerdo. Para empezar a desarrollar un verdadero diálogo por la paz y la convivencia, se requiere disposición para buscar tener tiempo para dialogar y NO poner disculpas bobas para no dialogar.

Los problemas que viven los pueblos indígenas y el resto de los caucanos pueden decirse de muchas formas y maneras y en muchos momentos, lo que hay que hacer es buscar el instante y lugar oportuno, sin desesperarse, sin recurrir a las vías de hecho. Sin ocultar la verdad, sin trampa ni hipocresía.

La gravedad que asumen nuestros conflictos sociales hace aún conveniente acudir a otras instancias e instituciones que fortalezcan el diálogo político y social.

Lo que es problemático y condenable es que los conflictos se desplacen hacia una dimensión de las relaciones sociales en la que la única solución posible sea la eliminación del otro, entendido como un enemigo.

Los diferentes conflictos que vive la sociedad caucana, muchas veces desplazados hacia tratamientos violentos, tienen un trasfondo que no se puede olvidar, ni minimizar, porque es dentro de éste donde se originan, se reproducen y resuelven o agudizan.

Como región golpeada por los fenómenos de la violencia debemos seguir proclamando nuestros principios fundamentales de respeto a la persona humana, su dignidad inalienable sus derechos y sus deberes. Es necesario continuar con la firme convicción de la necesidad de la negociación política mediante la conciliación, él dialogo sincero y veráz. Para poder llegar a tener la paz se necesita un trabajo serio por la justicia social, un desarrollo humano sostenible.

En adelante es mejor que el Gobierno no engañe ni ilusiones a las comunidades indígenas del Cauca con promesas incumplibles. A los pueblos indígenas  se les ha prometido libertades civiles y políticas, derechos sociales y económicos, igualdad jurídica, y políticas desarrollistas diversas, pero en gran medida se trata de promesas incumplidas y pospuestas.

Las dinámicas de autoridad y dominación en los territorios indígenas permiten reflexionar sobre las relaciones entre el Estado y las comunidades indígenas, allí donde ambos son actores legales y legítimos de la gobernanza. En últimas, este caso se identifica con lo que sucede en otros Estados de la región con componentes pluriétnicos y multiculturales, que enfrentan el reto de encontrar equilibrios entre el gobierno del Estado y el gobierno de sus pueblos nativos.

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