Por: Luís Barrera
Nuevamente
se está demostrando que conversando, hablando y dialogando es como se entiende
la gente. Los acuerdos iniciales a que han llegado los dirigentes indígenas con
voceros del Gobierno para poner un cese a las hostilidades y enfrentamientos
que tienen en vilo a los caucanos y la opinión nacional, comienzan a dar los
primeros pasos hacia lo que podríamos señalar que sólo el diálogo es el camino
para superar la crisis en el Cauca.
Obviamente
se trata en esta ocasión de un diálogo que ojalá sea abierto, consistente y
coherente con lo que se practica. Las partes deben conversar y generar un
debate que permita encontrar soluciones rápidas y pragmáticas.
Pero para
que esto sea posible, es necesario que estén presentes todos los actores
involucrados y todas las opiniones representadas. Tal como declarara hace pocos
días el arzobispo de Popayán, Monseñor Iván Antonio Marín López, nosotros
también creemos que "en este momento y como siempre, el diálogo es el
camino a la solución de los problemas". Muchos son los obstáculos por
vencer y recordarles a nuestros compatriotas indígenas que muchos “fines”
fueron “principios” de cosas mucho mejores.
El
compromiso de respetar a las Fuerzas
Militares y de Policía, las leyes y los principios constitucionales que
rigen en nuestro Estado social de derecho demuestran que estamos convencidos de
que el organizarse para generar espacios de diálogo, sigue siendo la mejor
alternativa para salir de un conflicto que no sólo afecta a nuestras
poblaciones caucanas, sino a todo un país.
El diálogo
en el Cauca supone tener un espacio para las comunidades y las autoridades para conectarse y hablar entre
sí. Supone un proceso en el que los participantes se involucran en un compartir
o en un mutuo interrogatorio en el que ambos examinan, reflexionan, cuestionan
y piensan. En, y a través del diálogo sincero sin tapujos ni cartas bajo la
mesa, el significado y las comprensiones pueden en adelante ser interpretadas,
reinterpretadas, clarificadas, revisadas y ampliadas.
Los caucanos
debemos comenzar a entender que la tolerancia no debe de faltar para aceptar
ideas contrarias a la nuestra, y pacientemente ponernos de acuerdo. Para
empezar a desarrollar un verdadero diálogo por la paz y la convivencia, se
requiere disposición para buscar tener tiempo para dialogar y NO poner
disculpas bobas para no dialogar.
Los
problemas que viven los pueblos indígenas y el resto de los caucanos pueden
decirse de muchas formas y maneras y en muchos momentos, lo que hay que hacer
es buscar el instante y lugar oportuno, sin desesperarse, sin recurrir a las
vías de hecho. Sin ocultar la verdad, sin trampa ni hipocresía.
La gravedad
que asumen nuestros conflictos sociales hace aún conveniente acudir a otras
instancias e instituciones que fortalezcan el diálogo político y social.
Lo que es
problemático y condenable es que los conflictos se desplacen hacia una
dimensión de las relaciones sociales en la que la única solución posible sea la
eliminación del otro, entendido como un enemigo.
Los
diferentes conflictos que vive la sociedad caucana, muchas veces desplazados
hacia tratamientos violentos, tienen un trasfondo que no se puede olvidar, ni
minimizar, porque es dentro de éste donde se originan, se reproducen y
resuelven o agudizan.
Como región
golpeada por los fenómenos de la violencia debemos seguir proclamando nuestros
principios fundamentales de respeto a la persona humana, su dignidad
inalienable sus derechos y sus deberes. Es necesario continuar con la firme
convicción de la necesidad de la negociación política mediante la conciliación,
él dialogo sincero y veráz. Para poder llegar a tener la paz se necesita un
trabajo serio por la justicia social, un desarrollo humano sostenible.
En adelante
es mejor que el Gobierno no engañe ni ilusiones a las comunidades indígenas del
Cauca con promesas incumplibles. A los pueblos indígenas se les ha prometido libertades civiles y
políticas, derechos sociales y económicos, igualdad jurídica, y políticas
desarrollistas diversas, pero en gran medida se trata de promesas incumplidas y
pospuestas.
Las
dinámicas de autoridad y dominación en los territorios indígenas permiten
reflexionar sobre las relaciones entre el Estado y las comunidades indígenas,
allí donde ambos son actores legales y legítimos de la gobernanza. En últimas,
este caso se identifica con lo que sucede en otros Estados de la región con
componentes pluriétnicos y multiculturales, que enfrentan el reto de encontrar
equilibrios entre el gobierno del Estado y el gobierno de sus pueblos nativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario