sábado, 23 de febrero de 2013

RAYOS Y CENTELLAS


Por Jaime Vejarano Varona

Mi apreciado amigo y pariente, ilustre Académico y distinguido payanés, el doctor Julio Arboleda Valencia, me decía que “a él no le gusta leer un nuevo libro hasta que deje de ser obligatorio leerlo”, significando con ello: hasta que cese el barullo de la inflamada crítica literaria que pretende, no pocas veces, convertir cada nueva obra en un best-seller.

Recientemente y con ocasión del centenario del natalicio del poeta Aurelio Arturo, se ha producido un “boom” de elogios tan desmedido, rayano en tropicalismo, que lanzó a la penumbra a Valencia, a Maya, Silva y Pombo, y, con ellos, a todo el parnaso colombiano.

Con detenimiento y sin prevención, me ocupé en la lectura de algunos de los poemas del referido bardo, que integran su único libro “Morada al Sur” y me declaro estupefacto porque no logré entender su contenido.

Por eso, ruego a quienes puedan explicármelo, me hagan claridad sobre qué quieren decir las expresiones siguientes:

Noches mestizas que subían de la hierba”. “Sombras brillantes”.

¿Qué sentido puedo encontrar en las figuras metafóricas que se representan en “cascos de bronce de sus caballos jóvenes” o en unas “negras estrellas que sonreían con dientes de oro”?

¿Me dice algo eso de “Reyes habían ardido, reinas blandas sepultadas dentro de árboles”?

Y ¿qué mérito literario puede percibirse en “una vaca sola, llena de grandes manchas, revolcada en noche de luna cuando la luna sesga”?

Y qué tal “La bella fuerza, con majestad de vacada”
Díganme, por favor: Una fuerza bella? … Una vacada majestuosa?

Y el sentido de frases como “Un ala verde que levanta la llanura” “Un viento que duda y se detiene ante grandes puertas abiertas a las salas y los trojes” “Su sueño mosca sobre su frente lenta” ??? Y ”ese sueño que me alarga los cabellos” o, “un alto grupo de hombres” (quizás entendería un grupo de hombres altos). Y “una estrella de menta que enciende la sangre”…

Nos sumerge luego el poeta en “millares de hojas inquietas, de una sola hoja” Y luego, por gracia de no sé qué embrujo, nos confunde con un “verde que es de todos los colores” precisamente aquí, en “los países de Colombia”, donde tiene “un pié en una cámara hechizada y el otro a la orilla del valle, donde la noche arde en una llama tácita”.

Créanme, por más que le hice, no pude situarme en tan extraño paisaje.

Qué me dicen de ciertos adjetivos como “mujeres bellas, fuertes; “brisas visibles; delgada frescura; “edad balsámica”

Y, tradúzcanme esto, por favor: “Bellas mujeres hendiendo con sus senos la bruma y la opalina sombra vienen, venían”. “La habla pulposa, casi palpable, altas vienen”

*

El espacio asignado no me permite seguir escarbando en ese rebujo de frases inconexas, enigmas idiomáticos, caóticos adjetivos.

Pero, en fin, creo que con lo dicho, basta. Quizá hasta sobra...

Ahora, estoy listo para recibir rayos y centellas de quienes crean que he blasfemado contra esa inmensidad poética, de dimensiones insondables, que nunca antes había ni habrá ocupado el arcano literario de nuestro país.

Pero no importa, con tal que me lo hagan entender…

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