Por: Carlos E. Cañar Sarria
Desde el momento de su posesión, el presidente Santos enfatizó su disponibilidad de un acercamiento con los grupos guerrilleros y dar inicio a unos diálogos que pudieran acabar una guerra de más de medio siglo de existencia y poder así contar los colombianos con una paz estable y duradera. Desde un comienzo advirtió Santos, que la paz no se haría a cualquier precio, aludiendo evitar procesos anteriores fallidos como el de Andrés Pastrana.
Iniciado el proceso, el Presidente fue claro en que las operaciones militares para combatir a la guerrilla continuarían y no cesarían hasta el logro de un acuerdo definitivo que sería el resultado de un proceso de negociaciones corto. A finales del año pasado la guerrilla anunció un cese unilateral de operaciones por un corto periodo. Cese que algunos cuestionaron afirmando que continuaron las incursiones guerrilleras, mientras otros afirmaban su disminución. Se escuchó que de pronto, la decisión de un cese unilateral del fuego de parte de la guerrilla, haría posible que las operaciones militares del Ejército disminuyeran y poder así negociar sin enfrentamientos entre las partes.
Lo cierto es que los enfrentamientos prosiguen mientras los diálogos avanzan. El presidente Santos muestra optimismo y pensamos que ese optimismo debe traducirse a los colombianos que ya estamos cansados de tanta guerra, de tanta barbarie, de tanto odio y de tanta sangre derramada; además de tanto daño a la infraestructura nacional, que contribuye notablemente en deterioro del desarrollo humano en nuestro país.
Se presupone que unas negociaciones deben realizarse con las cartas sobre la mesa, es decir, con unas reglas de juego claras y bien definidas. Que expresen claramente lo que quieren las partes con los debidos imaginarios de lo que sería la nueva sociedad. En ese juego de intereses y de imaginarios, el mismo proceso permitirá negociar lo negociable. Que se pidan’ imposibles’, puede resultar cierto, pero en eso puede consistir la denominada ‘lógica’ de la guerra. Durante un proceso de paz se irán depurando los imposibles.
El mejor presupuesto para un proceso de paz es la verdad. Así las partes y el país pueden saber a ciencia cierta qué es lo que se quiere, qué se está negociando y para dónde vamos todos. La guerrilla debe dar muestras de paz. Dejar los secuestros, los hostigamientos y las incursiones por la geografía nacional. Ojalá se pudiera dar la liberación de todas las personas que están secuestradas.
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