Gloria Cepeda Vargas
Héctor Malavé Mata, uno de los economistas más respetados del país, declara el domingo 17 de febrero en extensa entrevista concedida al periódico independiente “La Razón”: “Está planteada la posibilidad de que la inflación pueda desenvolverse como un fenómeno subversivo. El país transcurre a la deriva tras las grandes averías de un Estado acéfalo y fallido. PDVSA ronda los bordes de la quiebra. Altos ingresos petroleros ya no alcanzan. Efecto de la devaluación podría ubicar la inflación entre un 30 y un 35%.”
Según voceros del gobierno, el presidente Chávez arribó a Caracas en la madrugada del lunes 18 de febrero e inmediatamente fue internado en el Hospital Militar Carlos Arvelo. Desde entonces un silencio impenetrable lo ronda a pesar de las críticas que tan inexplicable circunstancia suscita en líderes y militantes de oposición personificadas en el valeroso grupo de estudiantes que encadenados hasta hace dos días frente la sede de la OEA y acorralados por los efectivos de la Guardia Nacional, reclamaron al gobierno una fe de vida creíble del presidente protestando contra la injerencia cubana en asuntos solo de la incumbencia de los venezolanos.
No deja de ser extraño que un hombre como Chávez, conocedor del efecto que sus palabras surten en el electorado y dueño de reconocida incontinencia verbal, calle en un momento crítico para los intereses del régimen. Crecen los rumores: está muerto, yace en La Habana embalsamado por los hermanitos Castro, agoniza en estado vegetal, fue llevado directamente a Fuerte Tiuna, etc., etc., etc. Pocas mujeres en Venezuela son mencionadas en estos momentos como lo es la madre del caudillo; Maduro hace gala de sus limitaciones de palabra, ignorancia crasa y cerebro a media asta; Diosdado habla menos y cuando lo hace, vilipendia. Dos viejos zorros: Luis Miquilena y José Vicente Rangel, intentan pescar en río revuelto mientras las protestas de toda índole se multiplican, los artículos de primera necesidad desaparecen o escasean de manera notoria en auto mercados y farmacias, Caracas acusa un promedio de 50 muertes violentas los fines de semana, por primera vez en catorce años trascienden encarnizados enfrentamientos entre militares maduristas y cabellistas en un ámbito amenazante cernido como pájaro agorero sobre el desprotegido ciudadano.
No hace falta ser ducho en política o economía para preguntarse cómo un país, poseedor de las primeras reservas conocidas de petróleo en el mundo (siete veces el Plan Marshall) haya sido incapaz de darle al venezolano un nivel de vida acorde con los multimillonarios ingresos que percibe. Se redujo la pobreza a costa de endeudamiento y déficit fiscal insostenibles. El venezolano sin recursos y de clase media baja (mayoría) probablemente ignora qué significan inflación o producto interno bruto pero sabe con amargura y miedo, que no obstante caminar sobre un mar de oro negro, hoy le es más difícil que ayer vivir con el respeto y la dignidad que merece.
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