jueves, 21 de febrero de 2013

Infraestructura Cultural Municipal (2)


Phánor Terán, desde Tunía, patrimonio cultural del municipio de Piendamó
Febrero 22/2013

La infraestructura cultural, bien hay que decirlo, se refiere no solo a los escenarios con las condiciones mínimas y básicas para el ejercicio, el disfrute tanto de bienes artísticos, como de todas aquellas instalaciones que son necesarias para la vida ciudadana.

Bien podría considerarse infraestructura cultural, el Hospital o la misma Alcaldía, y para nadie es un secreto que aún los mismos funcionarios trabajan en condiciones lamentables sobre todo para quienes deben pasar en ella buena parte de su existencia.

Sin ir más allá, no hay sino que observar por un momento las condiciones deplorables para las personas que necesitan la asistencia médica para percatarse de ello. Y otro tanto podría decirse de las condiciones en las que los estudiantes y profesores viven y realizan la tarea magna de aproximarse al conocimiento y prepararse para su futuro profesional.

Por infraestructura cultural también podría considerarse el amoblamiento y la disposición del espacio público: los andenes para citar sino el más por lo menos la más evidente de las necesidades del peatón, para su deambular cotidiano, para la realización de sus diligencias. Ni qué decir de los parques o de los bocados que van quedando en el desarrollo urbanístico y que podrían hacer amable la vida ciudadana. Lejos están nuestros corregimientos de poder gozar de algo medio parecido al confort: potreros, zonas verdes que están dedicadas a las excrecencias de los animales.

Por infraestructura cultural, en fin, puede entenderse también, como ya lo hemos mencionado, las necesidades específicas de las manifestaciones artísticas. Y también por infraestructura cultural, es dable entender la preservación de aquellas manifestaciones que han ido forjando nuestra identidad municipal: la estación, el corredor del ferrocarril, la única casa que conserva la estructura de las primeras edificaciones, los árboles, los sitios especiales que recuerdan en cada barrio el lento pero pujante esfuerzo de las personas por hacer y definir su hábitat, su lugar de descanso, de recreación, de memoria. El cementerio.

En fin, la infraestructura cultural, es un bien común, cuya responsabilidad nos compete, donde la acción pública oficial no es otra cosa que el afianzamiento del ser ciudadano. Preservarlo, protegerlo, dignificarlo es un deber del común de la sociedad. Buena parte de ella, sin embargo, simplemente considera que pueda hacer y deshacer, usar y abusar, reducirla a cosa sin importancia. Allí el transporte se aposenta, el avivato lo desmedra, la municipalidad lo ignora.

Aunque es cosa ignorada por parte de la población no quiere ello decir que es excusa para desconocerlo, para no interesarse, para no promulgar su valor.

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