miércoles, 24 de octubre de 2012



TRINCHERA PARA QUIEN TIENE EN SUS MANOS UN FUSIL


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
BONDADES

Qué honroso
saludar al monseñor
qué saludable
tener como amigo
al dictador
qué fortuna
estar de lado del malhechor
qué sabrosura el agua
que bebe el ricachón
cómo es de fácil
ser bueno con un arma
en el cinturón.*

Leopoldo de Quevedo

Vaya, vaya, vaya… parece un cuento para la colección de Ripley. Solo puede ocurrir en un país que acaba de vivir ocho años de sobreprotección de un Estado militarista, guerrerista a sus fuerzas policiales y militares. Porque, en efecto, Colombia con el argumento de que estamos en guerra contra las farc y el eln, aumentó dramáticamente su pie de fuerza, casi tan grande como el de Brasil. Y recibió ayuda de EE.UU. para ello. Los resultados anunciados fueron magnificados, pero al final se vio que el cáncer estaba igual de vivo. Todo ha sido un fuego fatuo a pleno día.

Las operaciones con nombres sofisticados y de tormenta tropical no dieron la talla para que se pudiera decir que la guerrilla tan odiada e insultada hubiera recibido golpes de muerte. Sin que se quiera decir con esto que estemos haciendo panegírico de la fuerza civil alzada en armas con uniforme militar y armas mortíferas de alto poder. Al pueblo se podrá engañar con promesas que se darán golpes siempre “contundentes” a cabecillas. Pero lo que dice la realidad y lo que observan las naciones desde fuera, dicen otra cosa.

No solo no se ha confinado a la guerrilla ni se le ha mermado su moral. Sino que los medios empleados y lo que ocurre en las entretelas de las filas oficiales y “legales” es tan grave como las muertes a inocentes civiles y acosos destructivos a poblaciones inermes con celadas y cilindros y minas antipersonas.

Los casos que se han llevado a los juzgados y tribunales por los llamados falsos positivos, por las desapariciones, por las violaciones y muertes a mujeres nos llenan de asombro. No puede ser que las fuerzas del orden, que la fuerza que ha sido anexada por Constitución al poder ejecutivo para hacer cumplir la ley, caiga en las mismas prácticas de la delincuencia ordinaria con ocasión y detrás del cumplimiento de su deber.

Resulta aberrante contemplar que los civiles sean persuadidos a no usar armas, a que no carguen ni una cuchilla o una aguja para defender su vida y bienes en esta sociedad tan proclive a la violencia. Mientras, ahora el Congreso – que debiera fortificar los derechos del ciudadano, especialmente cuando pueden lindar los límites con los supremos derechos a la integridad personal individual y de las comunidades -, pretende dar alas al blindaje de quien porta un arma y tiene el poder en campos y fuera del control de otras autoridades.

Portar un arma al cinto, con una banda de cananas al frente, elevar la voz y marchar con botas como que es propio de soldados y policías, porque se sienten protegidos por las armas. Y si además de eso, intimidan y se sobrepasan en sus acciones prevalidos de su uniforme y fuerza, no se entiende cómo ahora se les quiera añadir otro fuero para que la justicia ordinaria no los juzgue cuando a ojos vista, hay una conducta inicua, desigual y por fuera de los límites y que toca los derechos humanos individuales o colectivos, como el genocidio.

Organismos nacionales y extranjeros han levantado su voz en contra de la letra y la intención de este proyecto de acto legislativo que altera la Constitución y abre un boquete así para dar ocasión a que delitos graves queden amparados y fuera de la jurisdicción que juzga a los civiles comunes y corrientes. El boquete es la asignación de delitos graves a un tribunal de militares retirados y civiles. Todo un bocatto di cardinale para que por anticipado sepamos la suerte de quienes entrarán a esa trinchera acolchonada de absoluciones.

22-10-12                                     5:30 p.m.

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