TRINCHERA PARA QUIEN TIENE EN SUS MANOS
UN FUSIL
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
BONDADES
Qué honroso
saludar al monseñor
qué saludable
tener como amigo
al dictador
qué fortuna
estar de lado del malhechor
qué sabrosura el agua
que bebe el ricachón
cómo es de fácil
ser bueno con un arma
en el cinturón.*
Leopoldo de Quevedo
Vaya,
vaya, vaya… parece un cuento para la colección de Ripley. Solo puede ocurrir en
un país que acaba de vivir ocho años de sobreprotección de un Estado
militarista, guerrerista a sus fuerzas policiales y militares. Porque, en
efecto, Colombia con el argumento de que estamos en guerra contra las farc y el eln, aumentó dramáticamente su pie de fuerza, casi tan grande como
el de Brasil. Y recibió ayuda de EE.UU. para ello. Los resultados anunciados
fueron magnificados, pero al final se vio que el cáncer estaba igual de vivo.
Todo ha sido un fuego fatuo a pleno día.
Las
operaciones con nombres sofisticados y de tormenta tropical no dieron la talla
para que se pudiera decir que la guerrilla tan odiada e insultada hubiera
recibido golpes de muerte. Sin que se quiera decir con esto que estemos
haciendo panegírico de la fuerza civil alzada en armas con uniforme militar y
armas mortíferas de alto poder. Al pueblo se podrá engañar con promesas que se
darán golpes siempre “contundentes” a cabecillas. Pero lo que dice la realidad
y lo que observan las naciones desde fuera, dicen otra cosa.
No
solo no se ha confinado a la guerrilla ni se le ha mermado su moral. Sino que
los medios empleados y lo que ocurre en las entretelas de las filas oficiales y
“legales” es tan grave como las muertes a inocentes civiles y acosos
destructivos a poblaciones inermes con celadas y cilindros y minas
antipersonas.
Los
casos que se han llevado a los juzgados y tribunales por los llamados falsos positivos,
por las desapariciones, por las violaciones y muertes a mujeres nos llenan de
asombro. No puede ser que las fuerzas del orden, que la fuerza que ha sido
anexada por Constitución al poder ejecutivo para hacer cumplir la ley, caiga en
las mismas prácticas de la delincuencia ordinaria con ocasión y detrás del
cumplimiento de su deber.
Resulta
aberrante contemplar que los civiles sean persuadidos a no usar armas, a que no
carguen ni una cuchilla o una aguja para defender su vida y bienes en esta
sociedad tan proclive a la violencia. Mientras, ahora el Congreso – que debiera
fortificar los derechos del ciudadano, especialmente cuando pueden lindar los
límites con los supremos derechos a la integridad personal individual y de las
comunidades -, pretende dar alas al blindaje de quien porta un arma y tiene el
poder en campos y fuera del control de otras autoridades.
Portar
un arma al cinto, con una banda de cananas al frente, elevar la voz y marchar
con botas como que es propio de soldados y policías, porque se sienten
protegidos por las armas. Y si además de eso, intimidan y se sobrepasan en sus
acciones prevalidos de su uniforme y fuerza, no se entiende cómo ahora se les
quiera añadir otro fuero para que la justicia ordinaria no los juzgue cuando a ojos
vista, hay una conducta inicua, desigual y por fuera de los límites y que toca
los derechos humanos individuales o colectivos, como el genocidio.
Organismos
nacionales y extranjeros han levantado su voz en contra de la letra y la
intención de este proyecto de acto legislativo que altera la Constitución y abre
un boquete así para dar ocasión a que delitos graves queden amparados y fuera
de la jurisdicción que juzga a los civiles comunes y corrientes. El boquete es
la asignación de delitos graves a un tribunal de militares retirados y civiles.
Todo un bocatto di cardinale para que
por anticipado sepamos la suerte de quienes entrarán a esa trinchera acolchonada
de absoluciones.
22-10-12 5:30 p.m.
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