OBAMA Vs ROMNEY, DUELO INÚTIL Y
PANTALLERO
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
Mirar
hacia el Norte nunca fue una meta en mis amores. Apenas cuando conocí la Luna.
La poesía me llevó en su alfombra mágica. Eso de mirar para arriba no sirve
sino para darse trompicones y caer de bruces contra el suelo. Es mejor mirar
hacia adelante, a veces con retrovisor, para estimularse con quien le sigue a
uno los pasos o con los errores y triunfos del pasado.
Cuando
Obama se postuló hace cuatro años, con emoción escribí que había en EE. UU. un
cambio de rumbo. Que llegaba un candidato con mirada igual a la de los
mortales. Obama mostraba un pasado en su sangre, en la historia común de las
negritudes, tenía una sonrisa franca y su lenguaje era inclusivo.
Quiero
decir que para América latina, para Suramérica había llegado la hora de tener
como hermano a ese país que siempre se ha tomado con prepotencia el nombre de
NorteAmérica o solo América, como su emblemática flota de aviones. Porque EE.
UU. siempre ha mirado a esta parte integrante de la gran América desde lejos.
No la tiene, como Condorito, en su libreta, en su llavero, en su agenda.
El
balance que se hace ahora que termina su mandato tiene ese lunar ante nosotros.
Dice la prensa que Obama no se acordó de los pobres ni de América. Que es lo
mismo. Claro que ya nadie piensa en el sueño americano cuando habla de Estados
Unidos. También a ese pueblo le llegó la mala
hora, como dijo nuestro Nobel. Ellos también han mordido como los boxeadores
el polvo de la recesión, con la caída del mercado inmobiliario, con el
devastador huracán Katrina. Han probado lo que la prensa poco ha mostrado. A un
pueblo con fama y sin plata en el bolsillo por falta de empleo.
La
Times Square y la gran Manzana se vieron atestadas de gente sin puesto de
trabajo y las bolsas de todos los países sufrieron con su descalabro. Porque
queramos o no decirlo, la economía global es una sola. Se mueve como un vasto
oceano con olas suaves o tsunamis. Cómo se repite la historia. Todo niño se
conmueve cuando oye que Sansón, el gran gigante cayó en medio de las gordas
columnas de Wall Street o quedó bajo las ruinas de las dos torres gemelas aquel
fatídico 11 de septiembre.
El
pueblo norteamericano ha sentido que su orgullo de ser el amo, el Tío, el árbitro
del mundo no le valió y quedó como Goliat, tendido en su dolor. Su estilo de
vida cambió y la vida para ellos ya no es la misma de antes. Todos somos de la
misma carne y, como un vaso de champaña fina, frágiles y quebradizos.
Dicen
los que tienen memoria que los segundos mandatos en USA son mejores porque
extienden su mirada más allá de sus límites. Brasil con Lulla da Silva alzó su
voz para decirle a aquel gigante no más hegemonía, basta ya de olvidar que
existimos. Y le dijo a sus vecinos que antes de buscar las soluciones a sus
penurias en el Norte, miráramos qué teníamos en casa. Pero hoy siguen los
capitanes de este barco colombiano enarbolando la bandera del TLC y gritan que
las exportaciones este semestre subieron el 18%, mientras se agotan nuestras
minas y riquezas ambientales.
Colombia
está siguiendo los mismos pasos de buscar en el cielo el Oso mayor que la
oriente, pero no busca bajo sus alas, - ahora que dice estar en su mejor
momento y que no le afecta la situación de la eurozona -, fortalecer y ejercer
su liderazgo con Brasil, Perú, Chile, Ecuador, Argentina, países con recursos
suficientes para formar una anfictionía, un bloque fuerte como cuando se unen
muchos brazos de hermanos y de amigos.
23-10-12 9:25 a.m.
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