Por: Santiago Zambrano Simmonds
No es síntoma de debilidad
repensarse como sociedad, algo por bueno que sea, es susceptible de mejorar.
Hay múltiples ejemplos a nivel mundial que un proceso de paz puede servir para
ese cometido.
Algunos dirán es que la guerrilla
está debilitada y no pueden sentarse de igual a igual con la institucionalidad,
puede que sea o no cierto, pero hagamos y acompañemos este ejercicio como
sociedad, independientemente de los actores, es como un alto en el camino y nos
evaluemos como nación.
Ahora bien, preguntémonos si
después de cincuenta años de guerra, de ensayar todas las estrategias,¿alguien
puede reclamar la victoria? Despojémonos, los de la ciudad, de nuestro egoísmo
y reconozcamos que la sociedad no es solo la urbana, también hay millones de compatriotas
rurales, que en el caso del Cauca son la mayoría, que llevan medio siglo
apabullados por la violencia.
Dentro de la agenda que se
avecina en el proceso de paz, hay dos asuntos que para el Cauca son de la mayor
relevancia para lograr la armonía entre sus habitantes: La tenencia de las
tierras y la política anti drogas. Dependerá del liderazgo de nuestros
dirigentes y de nosotros como sociedad incluir la realidad caucana en la agenda
de paz.
Esta es la oportunidad para que se
reconozcan con un criterio político, social, incluyente y económico, despojados
de discernimientos revanchistas y ancestrales, las justas reivindicaciones que
por la tierra tienen los indígenas pero que a su vez se incluyan con los mismos
derechos las de los mestizos y las de los afros.
Tampoco como sociedad debemos
temer discutir el modelo económico, porque lo que nos debemos preguntar es si
ha funcionado. ¿Si estamos de acuerdo con las oportunidades que el modelo le
ofrece a nuestra juventud, a los profesionales, a nuestro campesinado y si
estamos contentos con los índices de miseria existentes?
Decía con acierto Jaime Bateman: “La
paz no es solucionar la suerte de un puñado de guerrilleros, la paz no es el
cese al fuego, ni la dejación de armas, la paz es justicia social, SON
SOLUCIONES REALES A LOS PROBLEMAS REALES…”. Un proceso de paz serio debe ser la
ocasión para mejorarle las oportunidades a millones de ciudadanos pero
reconociéndonos y respetándonos desde la diferencia, sin favoritismos
religiosos, étnicos, ni políticos pues los derechos de uno empiezan donde
terminan los de los demás.
Finalmente para los escépticos,
decirles que todos los esfuerzos que se hagan por la paz son pocos y que por lo
menos la historia reconozca que lo intentamos. Al Presidente, decirle que
muchos, con entusiasmo, lo acompañamos en este cometido mientras que sea
trasparente su actuación. Y nosotros el pueblo, cansados de tantas fracturas
sociales y violencia, celebramos que en hora buena Colombia lo vuelve a
intentar.
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