CARLOS
E. CAÑAR SARRIA
Se instalaron las mesas de
negociaciones entre el Gobierno y las Farc en Oslo. El ambiente frío de la
ciudad contagió el ambiente social con el discurso de uno de los miembros del
Secretariado de las Farc, Iván Márquez. Lenguaje arrogante y desfasado, según
analistas, con un tono comparable al utilizado en épocas del Caguán y en otros
escenarios del pasado. Que las Farc aprovecharon la oportunidad para darse
vitrina internacional, oxigenarse un poco y posar de víctimas y no de
victimarios, dicen unos. Otros piensan que lo anterior puede ser cierto, pero
también que en los procesos de paz, las partes representadas en sus
negociadores, llegan a las mesas con unas posiciones y pretensiones hasta
cierto punto normales que se van discerniendo y depurando en la medida en que
los procesos avanzan. Como quien dice, esto apenas es el comienzo y vendrán
momentos difíciles. Y si no, recordemos por ejemplo, el proceso de paz entre el
M-19 y el gobierno de Virgilio Barco.
El gobierno del presidente Santos
ha sido enfático en los puntos que hay que negociar y como lo anotó en su
discurso de posesión, “la paz no se hará a cualquier precio”. Recientemente ha enfatizado
también, que si el proceso de paz fracasa, el país nada pierde. Lo cierto es
que quien quiere la paz al menos lo intenta. Pero si no se puede en determinado
momento, alguien en un futuro tendría que intentarlo nuevamente; pues no
aceptar esta posibilidad, con ello se estaría negando la dialéctica, es decir,
el reconocimiento del hecho de que se busca la paz, ahí donde existe la guerra.
A cambio del pesimismo extremo debe caracterizar el optimismo moderado. El
hecho de que el proceso arrancó mal, como algunos o mucho piensan, no significa
que de antemano el proceso fracasó, pues no puede fracasar algo que apenas
comienza. Lo cierto es que si las Farc están verdaderamente convencidas de la
conveniencia de la paz, es porque han caído en cuenta de la falta de vigencia
de la tesis de Mao en el sentido de que “el poder viene del fusil” y de la
posibilidad de lograr espacios democráticos en caso de una eventual apertura
política.
Ante la tesis de las Farc de que la paz no es solo el
silencio de los fusiles y que por lo tanto hay que apuntar a atender la
economía social, es decir, las causas objetivas de la violencia, se piensa que dadas
las circunstancias históricas del país, es difícil primero modificar el modelo
económico para hablar de paz. Primero la paz y después la economía social.
Reiteradamente se ha analizado, que muchos recursos utilizados y desperdiciados
en la guerra se podrían destinar a la inversión social.
Aunque el Gobierno ha manifestado
que el modelo económico no estará en discusión, si se piensa en una paz social,
inevitablemente el modelo económico por lo menos tiene que cuestionarse. Y el
gobierno no ha descartado hacer cambios sociales.
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