Reinel Gutiérrez
Las personas le colocan sentido del humor y distensión a
situaciones difíciles, como una manera de atenuar el sufrimiento, el dolor y
las penas.
Por ejemplo, tratándose de la muerte, los calificativos que se
aplican de manera informal y coloquial son risibles, y algunos hasta
indelicados.
Todas esas formas de manifestar que alguna persona murió se dicen
lejos de la víctima y sus familiares, pues no se expresan en la sala de velación,
en casa del occiso, en el templo o el cementerio, porque todo ser inerte merece
respeto, y se presume que era muy bueno.
Pero la gente habitualmente cuando alguien fallece dice: "clavó
el pico", "tiró la toalla", "estiró la pata",
"colgó los guayos", "hasta aquí lo trajo el río", "se
chuletió", "cruzó la esquina", "se fue de cajón",
"se muñequió", "se totió", "le sonó la campana",
"se le acabó la cuerda", "no aguantó más", "se
pailió", o "se le descargaron las pilas".
Esto se oye en los comentarios callejeros, pero los dolientes
nunca se dan cuenta porque a la hora de dar el sentido pésame, siempre se habla
de las bondades del desaparecido, lo trabajador que era, lo responsable,
amigable, colaborador, y el sentido de compromiso y de gentes que tenía. Lástima
que haya fallecido, que su deceso sea tan pronto, que empezó su descanso
eterno, o que haya pasado a mejor vida, es lo que se comenta al abrazar a los
apenados familiares, cuidándose, eso sí, de no decir que "torció el pescuezo".
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