miércoles, 10 de octubre de 2012

ALGUNAS DIFICULTADES EN LA COMUNIDAD CRISTIANA


Por Pbro. Edwar Andrade
Párroco Iglesia Stma. Trinidad Santander de Quilichao, Cauca

“No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7,1)


No darnos como hermanos: no sacrificarnos por nuestros hermanos, no servirles, no prestarles ayuda, también representa división ya que la comunidad funciona como un cuerpo en el cual todos sus miembros son necesarios y tienen una función específica. Cuando uno se siente rico en la plenitud de Cristo, cuando comprende a Cristo en su plenitud, entonces el amor de Dios es perfecto y puede entregarse uno generosamente y vaciarse también en la entrega. Estamos llamados a ser uno con el Padre y Jesús son uno (Juan 17,21) esto significa que debemos complementarnos unos a otros mediante el amor de Dios que se derrama en nuestros corazones, para que como hermanos no vivamos más para nosotros sino para los demás.

Envidia: Hermann Rodríguez Osorio, S. J cuenta que un pescador tenía un balde lleno de langostas vivas en un rincón del puerto. Un extranjero se acercó y le advirtió que uno de los animales estaba a punto de salirse del balde. El pescador, sin levantar siquiera la mirada y continuando con su labor de doblar las redes, le dijo: - no hay problema, no pasa nada. –Pero se puede escapar, replicó el extranjero, sin entender la situación. Entonces el pescador se sonrió y explicó con una sonrisa en los labios. – Son langostas colombianas, míster. Si una de ellas quiere salir del balde y está ya al borde, las otras se encargan de regresarla al fondo. Por eso dicen que un colombiano es más inteligente que un extranjero, pero que dos extranjeros son más inteligentes que dos colombianos. ¿Por qué? Porque dos colombianos juntos, en lugar de hacer equipo, se dedicarán a pelear y a tratar de que el otro no haga nada hasta que ambos terminen enterrados, como langostas en el fondo de un balde”.

Añade el Padre Rodríguez que esto sucede también entre las personas que buscan sobresalir hundiendo a los que tienen a su lado. La envidia es un pecado principal. En Marcos 3, 20-35 vemos que los familiares de Jesús “… Decían que se había vuelto loco” y querían llevárselo. Y, por otra parte, los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: “Belcebú, el propio jefe de los demonios, es quien le ha dado a este hombre el poder de expulsarlos”. Pero Jesús se defendió con este ejemplo: “¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? Un país dividido en bandos enemigos, no puede mantenerse; y una familia dividida, no puede mantenerse. Así también, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse; habrá llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y quitarle lo que le pertenece, si no lo ata primero; solamente así podrá quitárselo”.


La envidia de las personas impide que el que está haciendo un bien, pueda continuar con su labor a favor de los demás. Es muy frecuente que las personas más cercanas se sientan desplazas o relegadas ante el éxito de uno de los miembros de una comunidad. No nos gusta que a los que tenemos cerca, les vaya bien. Nos parece que si a los otros les va bien, a nosotros nos irá mal. Y haremos todo lo que está de nuestra parte para evitar que nuestros vecinos tengan éxito. Lo triste de la vida es que cuando nuestros vecinos fracasan en sus proyectos, la fuerza de su derrumbamiento, nos arrastra también a nosotros a la catástrofe. Por eso el Señor es tan severo en este caso: “les aseguro que Dios dará su perdón a los hombres por todos los pecados y todo lo malo que digan: pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo, nunca lo perdonará, sino que será culpable por siempre. Esto lo dijo Jesús porque ellos afirmaban que tenía un espíritu impuro”. Cuando impedimos que otros sobresalgan y tengan éxito, estamos sirviendo al pecado, y no al espíritu Santo, que trabaja en todos los seres humanos para el bien y la edificación del cuerpo de Cristo en nuestra historia. Oponernos a los éxitos de los demás no es sólo un daño a estas personas particulares y a sus proyectos, sino una afrenta a la acción de Dios en ellas. ¿Nosotros estamos negando la acción de Dios en aquellos que a nuestro alrededor están teniendo éxito? Tenemos que pensar si nuestra actitud es la de las langostas colombianas que se encargan de regresar al fondo del balde a la que quiera sobresalir y alcanzar la libertad. Dice San Juan Crisóstomo: “Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos contra otros... Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de cristo, ¿a dónde llegaremos? Estamos debilitando el cuerpo de Cristo... No nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las fieras” (hom. In 2 Cor 28, 3-4).


La vida diaria es difícil y lo será siempre. Es una máquina inexorable que va machacando muchas ideas bonitas, muchos buenos propósitos. Sin embargo sería una equivocación no tener esperanza en la formación de comunidades según el modelo de la Santísima Trinidad, ya que la fe vence al mundo y la semilla de la palabra da fruto precisamente cuando ha sido machacada y triturada. Precisamente esta trituración que la semilla de la Palabra recibe en la vida de cada día, con las pequeñas experiencias de las dificultades, de las incomprensiones, de las cosas que no van, de los problemas sin resolver, de las frustraciones, y que nos dejan un poco angustiados, precisamente esto es lo que encarna la semilla de la palabra y nos permite sentir la fuerza, el poder de esta palabra. Así pues, pidamos unos por otros para que podamos vivir de veras en la vida diaria la fuerza de la Palabra de Dios que nos permite superar toda división. Recordemos: Si suprimimos: divisiones, juicios, críticas, mentiras, rencores, egoísmos, envidias etc. Mediante: Amor + perdón. Lograremos: unión en Cristo, frutos del Espíritu Santo. Paz. Buen testimonio cristianos. Compromiso. Gozo. Servicio. Sacrificio.

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