Reinel Gutiérrez
El titulo de este comentario hace alusión a un dicho
suficientemente conocido, y que por mucho tiempo mantiene la alerta en lo
referente al maltrato a la mujer.
A pesar de ello la violencia ha sido una costumbre y en
generaciones pasadas las esposas sobretodo, recibían verdaderas palizas de sus
maridos argumentando que ellos tenían derecho a hacerlo.
No se entiende perfectamente porque ellas reciben ataques de parte
de quienes supuestamente las aman, las quieren, las desean, y admiran, además
de ser la pareja ideal para convivir lo cual se juramenta ante un altar, una
notaria, un juzgado, o promesa personal de amor.
"A una mujer ni con el pétalo de una rosa", dice la
sentencia social, no promulgada por un juez, el congreso o el presidente, sino
como advertencia preventiva, salida de la necesidad de tener protección y
defensa en un mundo confuso y conflictivo.
A ellas no se les puede, ni debe tocar, lo cual supone que es
porque son puras, amorosas, castas, y santas, llenas de amor, ternura y afecto,
donde no anidan los odios, la vanidad, la hipocresía, las envidias, el orgullo,
los rencores, los celos ni las infidelidades. Obran bien, son justas,
equitativas, cumplidoras, obedientes, serviciales, abnegadas, verdaderas
madres, amantes y respetuosas con sus hijos, y allí no cabe el pecado, el
delito, o la falta social. Con todo esto se pregunta uno ¿porqué existen las cárceles
para mujeres? Debieran extinguirse inmediatamente, porque un carcelazo es una agresión
mucho mas violenta, que el leve golpe que se pueda propinar con el pétalo de
una rosa.
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