CARLOS
E. CAÑAR SARRIA
Mucha polémica en la
opinión pública se ha suscitado recientemente en atención del estado de salud del
vicepresidente Angelino Garzón, más aún tras el anuncio del presidente Santos
de padecer un cáncer de próstata por fortuna detectado a tiempo que dio lugar a
una cirugía que mantiene por estos días al primer mandatario en un franco
proceso de recuperación.
Como se sabe, constitucionalmente
el vicepresidente es la persona encargada de remplazar al presidente en caso de
ausencia temporal o definitiva. Se sabe también que Angelino está enfermo y que
no obstante avances de la recuperación de su salud, es evidente también - por
lo que se observa en las entrevistas y en sus apariciones públicas - que no
está en condiciones de remplazar al presidente Santos. Y en ese sentido, para
bien del propio Garzón, es necesario hacer dejación del cargo, dedicar sus
esfuerzos a recuperase totalmente y contribuir en la recuperación de su esposa
que padece también dificultades derivadas de una grave enfermedad.
Para bien del país se necesita
contar con una persona en condiciones óptimas de salud para remplazar al
presidente si las circunstancias lo ameritan. Lo cierto es que todo gobernante
debe estar en buenas condiciones físicas y mentales para afrontar las tareas de
gobernar que nunca van a ser fáciles, sobre todo en un país como el nuestro,
donde los problemas y situaciones complejas a resolver son el pan de cada día.
La petición de Roy
Barreras, de someterse Garzón a una serie de revisiones y exámenes médicos que
determinen el conocimiento de su real estado de salud, pueden ser legítimas,
pero procediendo de quien proceden, no han dejado de despertar ciertas dudas y
suspicacias en torno a lo que esté tejiendo detrás de todo el presidente del
Congreso. De todo se escucha. De otro lado, no han convencido los argumentos de
Garzón en el sentido de que no se somete a los exámenes porque hacerlo sería
como convenir en un golpe de Estado a Santos. La negativa de Garzón a hacerse
los exámenes, es considerada por Roy Barreras, como un acto de violación de la
Constitución y la ley.
La verdad es que no puede
ser secreto el estado de salud de los gobernantes, por eso el presidente Santos
ha dado la lección. Por los dictámenes médicos y por el semblante del
presidente Santos al salir de la clínica, se podría afirmar con seguridad que
el Presidente podrá continuar gobernando sin complicaciones, lo cual no puede
afirmarse del vicepresidente Garzón.
En una verdadera
democracia, tanto el estado de salud de los gobernantes como las acciones de
gobierno deben ser públicas, es decir, publicadas o publicitadas; por ello
compartimos la tesis del columnista Daniel Samper Pizano cuando a propósito del
tema que estamos tratando afirma: “(…)
la gente espera reportes veraces, completos y oportunos sobre las enfermedades
y trastornos de quienes manejan las riendas del Estado. Esta es una de las
diferencias profundas con regímenes dictatoriales, siempre misteriosos y
herméticos”.
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