MARIDAJE DE SINDICALISMO
Y COOPERATIVAS
Por Leopoldo de Quevedo y
Monroy
Loco-mbiano
Ya
la historia va a completar cien años del cenit y florecimiento de los
sindicatos en el mundo trabajador. Y el movimiento cooperativo iniciado en
Rochdale ya casi 170 años. Pareciera que los años no solo envejecen las
personas sino las instituciones. Pierden su sabor, su color y sus ilusiones se
desvanecen entre el olvido y las ambiciones.
Los
pioneros del sindicalismo, sus mártires mundiales, sus luchas, sus gritos de
combate, sus conquistas laborales, su importancia en la economía se han ido
escondiendo como las herencias de los grandes dueños de marcas, fábricas y
empresas. Sus sucesores y yuppys de la economía y de las directivas han acaparado
sus slogans y sus burós y han botado la plata en viajes, jets, fiestas en
resorts y beneficios personales.
La
filosofía de las cooperativas, se ha ido decolorando como se acaba la clorofila
a la hoja y la flor que se marchita después de dar su brillo bajo el sol y la
lluvia. Ya no son el contrapeso de los dueños y potentados de las empresas, ya
no son los defensores del obrerismo, de los asalariados, del capital salvaje.
Ya no es seno de cohesión para formar un frente económico sólido con la unión
de pequeños ahorradores.
El
sindicalismo se ha ido camuflando entre sus prebendas, su acomodo junto a candidatos
y nuevos partidos. Se halla sentado en las mullidas prerrogativas que les
sostiene el establecimiento a los directivos. La dirigencia ha decidido aliarse
con el poder político y asimilar sus tretas a aquellos. Salen a hablar cuando ven
amenazado su menaje o se mantienen en un modesto bajo perfil.
Han
dividido fuerzas entre las adictas por completo al gobierno y otras que baten
una bandera algo beligerante por épocas. Pero como fuerza social no tiene peso
ante la opinión ni ante el poder político. Ya no defiende los intereses de los
trabajadores que permanecen en el sótano de la explotación, como otros días los
negreros sostenían a sus esclavos bajo cubierta en los barcos.
El
sindicalismo ha permitido que poco a poco las leyes estén acabando con la
dignidad del trabajo como fuente de calidad de vida personal y familiar.
Nuevamente el capital es el rey en las fábricas, comercios, banca, minería, exportaciones
e importaciones. Pagar a un trabajador es lo mismo que explotar una mina. Se
horadan sus hígados sin compasión.
El
trabajador no es el obrero, el esclavo, ha perdido esos nombres que lo
identificaban a plenitud. Pero ese sello no logra borrarse de la mente de los
que hoy no son empleadores sino dueños. Los empleadores, las cooperativas y
bolsas de empleo son minúsculos gerentes que sirven de parapeto a los que
llenan la bolsa con las ganancias y sudores de los salarios misérrimos que
pagan los tiranos cooperativistas camuflados.
La
Superintendencia de Cooperativas ya no existe o no le interesa al gobierno que
ejerza mucho control. Con la aprobación del TLC los trabajadores de EE. UU.
quisieron destapar esta realidad poniendo tatequieto
a estas cooperativas de fachada, pero los sindicatos consintieron que
apareciera firmado un pacto que anulara esa intervención.
El
concepto de salario o sueldo en la empresa privada y en muchas entidades del
gobierno se ha desvirtuado. Son pequeños estipendios o descuentos que descuentan
los dueños de sus utilidades y distribuyen mensualmente o por quincenas por
medio de los empleados que les prestan este gran
servicio en tales cooperativas, bolsas de empleo o tercerías.
¿A
quién representa el Ministro llamado de trabajo en su buró? ¿Es otra
dependencia de la Superintendencia financiera o de Planeación o de Hacienda?
08-10-12 10:45 a.m.
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