Octubre, mes de las misiones
Por Pbro. Edwar Andrade R.
Párroco Iglesia La Trinidad – Santander
de Quilichao
“Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta
los confines de la tierra” (Hechos 1, 18).
A veces pensamos que los que
deciden acercarse a Dios o a la Iglesia son personas que no tienen que hacer:
- Cuando Dios llamó a Moisés, estaba ocupado
con sus ovejas en el monte de Horeb.
- Cuando llamó a Gedeón, estaba sacudiendo el
trigo en una era.
- Cuando llamó a Saúl, estaba buscando las
asnas de su padre.
- Cuando llamó a Elíseo, estaba arando con doce
yuntas de bueyes.
- Cuando llamó a David, estaba apacentando las
ovejas de su padre.
- Cuando llamó a Nehemías, estaba sirviendo al
rey.
- Cuando llamó a Amós, estaba pastoreando sus
ovejas.
- Cuando llamó a Pedro y a Andrés, estaban
echando la red al mar.
- Cuando llamó a Juan y a Santiago, estaban
aderezando sus redes.
- Cuando llamó a Mateo, estaba cobrando
impuestos.
Ninguno, pues, estaba con
los brazos desocupados.
¿A qué crees que se deba que
Dios haya llamado a gente ocupada? ¿Tú te consideras una persona muy
ocupada o no? Todos nos ocupamos de los miembros de nuestra
familia. Si Dios forma parte de tu familia, ¿crees que deberías ocuparte
también de Él?
Cuanto más apasionado está por Jesucristo un corazón humano, tanto más
abierto está para los demás, es decir, para hacer que otros lo amen. A cada uno se nos invita a
escribir un quinto evangelio de nuestra propia vida, narrando la obra de Jesús
en nosotros. Recordemos que Jesús,
antes de partir, dio instrucciones a sus discípulos y dejó una gran misión: “Y les dijo: “Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación” Mc 16,15. Muchos delegamos esta misión a la Iglesia, a los sacerdotes,
misioneros, etc. Pero esta tarea no es para unos solamente, sino para todos los
que le conocen y creen en Él. Los Apóstoles fueron dando testimonio de Jesús
entre sí (Andrés le habló a Pedro, su hermano; Felipe a Natanael, la
samaritana, que no era discípula, también fue instrumento para que muchos
conocieran a Jesús). Se simplificaría la misión si ganamos para Cristo a la
persona más cercana y ésta a su vez gana a otra y así continuamos la tarea,
como eslabones formando una cadena.
El testimonio no es tanto de palabra sino de obra, ya que la
transformación que Jesús hace de nosotros, será para los que nos conocen, la
mejor prueba del poder de un Dios vivo “Tened en
medio de los gentiles una conducta ejemplar, a fin de que en lo mismo que os
calumnian como malhechores, a la vista de vuestras buenas obras den gloria a
Dios en el día de la Visita” (1 Pedro 2, 12).
Pedro en su primera carta indica la forma en que las personas deben dar
testimonio, llegando incluso a ganar para Dios a los esposos que se resisten a
la fe “Igualmente, vosotras, mujeres,
sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos que no creen en la
Palabra, sean ganados no solo por las palabras sino por la conducta de sus
mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno
no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del
corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso
ante Dios” (1 Pe 3, 1- 4). Así, pues, a pesar de ser incapaces
e imperfectos, si vivimos como Jesús nos indica y nos vamos transformando a la
imagen de nuestro Creador, testificaremos de Jesús con nuestro comportamiento,
siendo como el buen olor de Cristo “Gracias sean dadas a Dios que
nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo y por nuestro medio difunde en todas
partes el olor de su conocimiento. Pues nosotros somos para Dios el buen olor
de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden” (2
Corintios 2, 14-17).
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