Por Gustavo Andrés González Viáfara
"Si no te lavare, no tendrás parte conmigo": con estas
palabras Jesús, el único hombre perfecto que ha existido sobre la tierra, persuadió
a Pedro, el mayor de sus discípulos, de que le permitiera lavarle los pies. El
mismo que a pesar de no haber cometido pecado alguno, pagó el precio más alto
que nadie pueda haber pagado por todos los pecadores, es decir, tanto por quien
escribe este texto, como por quien lo lee.
Cada vida trae en su interior su propia tormenta, mares rebeldes
con aguas enfurecidas que angustian lo mas profundo de las almas que sofocadas
por la inclemente crisis que en momentos se ensaña en contra de las personas,
pareciendo no tener otro blanco distinto al de quienes pasan desoladas y
angustiadas horas expresadas en sus desgarradores lamentos, dolor que solo se
deja descubrir por una triste mirada que se escapa de los ojos que con un
silencio agudo deja entrever las desdichas de sus vidas, así es la cotidianidad
de muchas personas quienes piensan que su única salida es morir.
Esa es la realidad de sectores marginados de Puerto Tejada, un
municipio asolado por la violencia y estigmatizado por las recurrentes
historias delincuenciales que día tras día incrementan el numero de víctimas
mortales o tristes anécdotas de quienes durante un robo han perdido el producto
de su trabajo, las violaciones a niñas son manejadas con un toque de misticismo
que solo permiten que sus historias sean gritos silenciosos en medio de los
corrillos de barrios, niños de 10 y 11 años aturdidos por el rencor en sus
corazones por haber tenido que perder a sus padres o hermanos mayores, jefes o
miembros de pandillas durante enfrentamientos absurdos entre bandos enemigos
que al final de la jornada no logran dilucidar el objetivo preciso de la
masacre que ellos mismos protagonizaron, esa es una realidad que desconcierta
los corazones de quienes la viven, las víctimas no solo son los muertos y sus
familiares, tampoco los testigos, sino que quienes protagonizan con sus armas
estos violentos hechos se sienten también acorralados en un callejón sin
salida, ellos llevan a cuesta el rechazo de la gente que los ve como malvadas
personas que solo están dispuestos a matar, sin embargo en medio de esa
indiferencia que resulta el mas cruel castigo a sus reprochables acciones la
alentadora palabra de embajadores del cielo que con palabras de ánimo les dicen
a víctimas y victimarios que existe una salida, que hay un Dios que no mira el
pecado sino al pecador, que Dios juzga con misericordia y esta dispuesto a
perdonar incluso las peores ofensas, solo si admitimos que El es el único y
suficiente salvador, que El transforma las vidas y convierte el lamento en
baile y que aun lo imposible en manos suyas es simplemente algo que debe ser.
Esta labor es la que hoy en obediencia a una visión divina
realizan los misioneros de la Iglesia Fe y Esperanza, que como verdaderos
imitadores de Cristo han llegado hasta los lugares mas abandonados de esta
población, donde la mano estatal es opacada por la barbarie y donde el pánico
no permite que nadie distinto a los pocos moradores que no han huido
abandonando sus hogares visite, llegar hasta aquí si representa un riesgo, pues
no se puede desconocer que los constantes enfrentamientos con armas de fuego y
el control asumido por los delincuentes que asolan el sector despojando a los
transeúntes de sus pertenencias amenazando con sus armas, expone la integridad
de los predicadores, sin embargo el amor por la misión y el cumplimiento del
mandato bíblico de ir y predicar el evangelio a todas las naciones, no da lugar
al temor y por esto el pueblo cristiano con particulares acciones como lavarle
los pies a aquellos que se piensa no tienen perdón de Dios, trabajan en que los
que siembran el terror, se conviertan a los caminos de Cristo y que aquella
tormenta que angustia a los moradores de estos sectores cese y les permita
vivir en aguas manantiales de bendición y amor fraternal como testimonio del poder
y amor de Dios por nosotros.
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