sábado, 14 de julio de 2012

MARÍA TERESA ARTEAGA


Rodrigo Valencia Q
Especial para Proclama del Cauca


María Teresa Arteaga, artista de Popayán, egresada de la Facultad de Artes de la Universidad del Cauca, sitúa el tiempo entre miradas minuciosas, escrutadoras. Sus fotos en sepia, cuidadosamente elaboradas, seleccionan un cosmos que nace del desecho; entes que han pasado a la desfiguración y el descuido se tornan “fragmentos de realidad”. En el tenor de un abandono, ella descubre ontológicamente el valor de la mirada que obliga, que invita y propone.

Contemplar es, allí, praxis poética, inmersión en el detalle que el ojo cotidiano  no atrapa debido a su apresurado pasar por sobre las cosas. Aquí los restos del desecho, metales, placas, bisagras y cosas varias del reino que ha perdido identidad, se tornan objetos de contemplación atenta. La textura, el óxido y la descomposición cuentan una historia que pasó de la utilidad al basurero, del tiempo ordenado al tánatos de lo inservible. Pero, entonces, las imágenes proponen un cosmos donde la fealdad de la desfiguración material alcanza la dimensión de reflexión estética, toda vez que la mirada de la artista ofrenda su sensibilidad para transformar esa realidad.

La realidad sólo es tal cuando el campo perceptual es conciencia con resonancia dentro de su propio ámbito, experiencia que descubre o propone su propia significación a pesar de su nadidad aparente; así, el registro de las circunstancias funda un cosmos-visión que entra a formar parte del inventario de las posibilidades significativas de las cosas, un ámbito que requiere el concurso de la sensibilidad que razona, de la voluntad que define una intención, de la razón que acepta y amplía su propio terreno de acción significante.

María Teresa selecciona, ordena, re-compone sus argumentos visuales desde la nada dejada por las cosas; el caos de lo disperso inicial acusa al final unidad compositiva, capacidad para reunir diferentes elementos en congruencia para la imagen, reflexión y reconocimiento a partir del caos. El óxido, el hueco, la arruga, el doblez, las topografías táctiles de la materia, son la regla de donde surge la configuración del mensaje visual; un mensaje que transita entre la piel extensa de las cosas, definiendo una estación que constata el tiempo como mensajero de la desaparición y deterioro de los entes. Y todo eso puede ser un viso de lo bello, un rasgo imprevisto del encuentro con la estética.

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