Por. Luís Barrera
Uno de los principios básicos de
la guerra o conflicto interno que estamos viviendo los colombianos es el deseo
de destruir al enemigo en batallas rápidas y decisivas que rompan su capacidad para
seguir la lucha.
Por el contrario, una de las
estrategias claves de la ofensiva insurgente, es rechazar la batalla decisiva
cuando las probabilidades no son favorables y esperar para luchar otro día e
insistir constantemente en su poderío territorial.
Los rebeldes en el Cauca quieren
prolongar la batalla y crear una guerra interminable que poco a poco desgaste
al enemigo institucional más fuerte, mientras que las fuerzas insurgentes
acumulan fuerza suficiente para luchar en una guerra convencional y derrotar a
sus oponentes.
Las Fuerzas Armadas han tratado infructuosamente
de resolver con rapidez las acciones bélicas, mientras que los guerrilleros han
tratado de prolongarla por todos los medios, incluso si esto significa ceder
temporalmente el control del territorio hasta que se pueda acumular la fuerza
necesaria para tomarlo de nuevo, hostigarlo y hacer valer como en el caso de
Toribío su histórica presencia.
Los últimos graves y violentos
actos terroristas han vuelto a llamar la atención de los distintos sectores de
la sociedad caucana y a replantear definitivamente por parte del Gobierno Nacional
nuevas estrategias que permitan devolverle la tranquilidad relativa y la
normalidad a esta población nortecaucana.
Colombia ha sido un país con
mucho más territorio que Estado. Esta precariedad de las instituciones del
Estado frente a la dimensión del territorio ha hecho posible fenómenos como la
colonización espontánea y no regulada, y el asentamiento de grupos insurgentes
en amplias zonas del país.
Mientras el Presidente Santos y
los altos mandos militares en el próximo Consejo de ministros se “cranean” nuevamente
cómo retomar a Toribío y puedan decir “I took Toribío”, hay que reconocer el
inmenso daño que se la ha hecho a la población indígena y campesina de la zona
con sus obligados desplazamientos y su interminable caminar entre las balas y
el miedo.
La geografía agreste y montañosa de
Toribío ha sido un elemento clave desde el punto de vista táctico y estratégico
que juega en favor de la guerrilla y en contra del gobierno. La guerrilla lo
sabe y aprovecha a fondo esa ventaja. Es más, podría decirse que el terreno
pone prácticamente en condiciones de igualdad a las fuerzas guerrilleras y a
las tropas gubernamentales en una guerra sin acabar con varias décadas encima.
El conocer la cordillera central
como la palma de su mano ha sido una gran niveladora en el aspecto táctico y
operacional. La guerrilla ha podido a punta de francotiradores y el lanzamiento
de “tatucos” utilizar con la máxima eficacia sus precarios recursos, en tanto
que las fuerzas regulares no pueden usar eficientemente su abrumadora ventaja
en recursos físicos y humanos.
La gran verdad es que el gobierno
tiene muchas más dificultades en defender a la población civil en Toribío porque
los violentos han establecido durante años un corredor natural de sus
actividades ilícitas con ciertas bases de apoyo que le han permitido no solo
contar con una topografía favorable sino la obligada complacencia de
comunidades que hoy les exigen respeto a sus
territorios y autonomías como pueblos que anhelan la paz.
Contrario a lo que fuentes del
Estado creen en el Cauca se presentó un crecimiento sostenido y acelerado de la
guerrilla que ha tenido como elementos propulsores esenciales definiciones
estratégicas en lo militar, en lo político y en lo económico, cuya implementación
y articulación ha orientado sus líneas de expansión y, sin duda, ha contribuido
fundamentalmente a lograr los impresionantes avances y aferramiento a
territorios claves como Toribío.
La retoma de Toribío debe partir
de la base que deben desarrollarse claras políticas y programas de inversión
social en la zona y reconocer que ahí siempre, así sea de paso o vecindad, ha
habido cierto tipo de relación de la guerrilla con el territorio.
En esta región nortecaucana la
guerrilla lleva asentada no solo una, dos o tres décadas, y a donde incluso
llegó primero que los colonizadores a estos territorios ancestralmente
indígenas. En esta zona las Farc establecieron con los años su propia economía
y estructuró e influenció comunidades antes de que ocurrieran las justas
reivindicaciones de las organizaciones indígenas y campesinas posteriores.
En realidad, parte del éxito, del
enraizamiento y de la larga duración o permanencia de la guerrilla en esta zona
del Cauca se debe a que ella también, en medio de sus actos violentos, ha sido
nefasta constructora de territorios que como Toribío se cansaron de la guerra.
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