martes, 10 de julio de 2012

I TOOK TORIBÍO


Por. Luís Barrera

Uno de los principios básicos de la guerra o conflicto interno que estamos viviendo los colombianos es el deseo de destruir al enemigo en batallas rápidas y decisivas que rompan su capacidad para seguir la lucha.

Por el contrario, una de las estrategias claves de la ofensiva insurgente, es rechazar la batalla decisiva cuando las probabilidades no son favorables y esperar para luchar otro día e insistir constantemente en su poderío territorial.

Los rebeldes en el Cauca quieren prolongar la batalla y crear una guerra interminable que poco a poco desgaste al enemigo institucional más fuerte, mientras que las fuerzas insurgentes acumulan fuerza suficiente para luchar en una guerra convencional y derrotar a sus oponentes.

Las Fuerzas Armadas han tratado infructuosamente de resolver con rapidez las acciones bélicas, mientras que los guerrilleros han tratado de prolongarla por todos los medios, incluso si esto significa ceder temporalmente el control del territorio hasta que se pueda acumular la fuerza necesaria para tomarlo de nuevo, hostigarlo y hacer valer como en el caso de Toribío su histórica presencia.

Los últimos graves y violentos actos terroristas han vuelto a llamar la atención de los distintos sectores de la sociedad caucana y a replantear definitivamente por parte del Gobierno Nacional nuevas estrategias que permitan devolverle la tranquilidad relativa y la normalidad a esta población nortecaucana.

Colombia ha sido un país con mucho más territorio que Estado. Esta precariedad de las instituciones del Estado frente a la dimensión del territorio ha hecho posible fenómenos como la colonización espontánea y no regulada, y el asentamiento de grupos insurgentes en amplias zonas del país.

Mientras el Presidente Santos y los altos mandos militares en el próximo Consejo de ministros se “cranean” nuevamente cómo retomar a Toribío y puedan decir “I took Toribío”, hay que reconocer el inmenso daño que se la ha hecho a la población indígena y campesina de la zona con sus obligados desplazamientos y su interminable caminar entre las balas y el miedo.

La geografía agreste y montañosa de Toribío ha sido un elemento clave desde el punto de vista táctico y estratégico que juega en favor de la guerrilla y en contra del gobierno. La guerrilla lo sabe y aprovecha a fondo esa ventaja. Es más, podría decirse que el terreno pone prácticamente en condiciones de igualdad a las fuerzas guerrilleras y a las tropas gubernamentales en una guerra sin acabar con varias décadas encima.

El conocer la cordillera central como la palma de su mano ha sido una gran niveladora en el aspecto táctico y operacional. La guerrilla ha podido a punta de francotiradores y el lanzamiento de “tatucos” utilizar con la máxima eficacia sus precarios recursos, en tanto que las fuerzas regulares no pueden usar eficientemente su abrumadora ventaja en recursos físicos y humanos.

La gran verdad es que el gobierno tiene muchas más dificultades en defender a la población civil en Toribío porque los violentos han establecido durante años un corredor natural de sus actividades ilícitas con ciertas bases de apoyo que le han permitido no solo contar con una topografía favorable sino la obligada complacencia de comunidades que hoy les exigen respeto a sus  territorios y autonomías como pueblos que anhelan la paz.

Contrario a lo que fuentes del Estado creen en el Cauca se presentó un crecimiento sostenido y acelerado de la guerrilla que ha tenido como elementos propulsores esenciales definiciones estratégicas en lo militar, en lo político y en lo económico, cuya implementación y articulación ha orientado sus líneas de expansión y, sin duda, ha contribuido fundamentalmente a lograr los impresionantes avances y aferramiento a territorios claves como Toribío.

La retoma de Toribío debe partir de la base que deben desarrollarse claras políticas y programas de inversión social en la zona y reconocer que ahí siempre, así sea de paso o vecindad, ha habido cierto tipo de relación de la guerrilla con el territorio.

En esta región nortecaucana la guerrilla lleva asentada no solo una, dos o tres décadas, y a donde incluso llegó primero que los colonizadores a estos territorios ancestralmente indígenas. En esta zona las Farc establecieron con los años su propia economía y estructuró e influenció comunidades antes de que ocurrieran las justas reivindicaciones de las organizaciones indígenas y campesinas posteriores.

En realidad, parte del éxito, del enraizamiento y de la larga duración o permanencia de la guerrilla en esta zona del Cauca se debe a que ella también, en medio de sus actos violentos, ha sido nefasta constructora de territorios que como Toribío se cansaron de la guerra.

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