Por Luís Barrera
Al presidente de los colombianos
no le fue bien en su consejo de ministros llevado a cabo en Toribío no porque
los dirigentes indígenas se hallan negado a dialogar, ni porque las Farc
instalaron un retén sobre la vía a escasos metros del casco urbano en donde se
encontraba el alto mando militar o porque los pobladores no crean en las
millonarias inversiones anunciadas, sino
porque los indígenas caucanos del pueblo Nasa no creen en Santos, sino que
tienen sus propios dioses.
En la complicada situación de
orden público en casi todo el territorio caucano se han insinuado como salida
innumerables propuestas que van desde la recuperación de la zona con toda la
fuerza constitucional y legal del Estado, una mayor y efectiva inversión social
en la región y la apertura de diálogo con los insurgentes que se adjudican la
destrucción del avión de combate como trofeo de esta guerra demencial.
En forma ejemplarizante, desde su
resistencia ancestral, los pueblos indígenas de Colombia han logrado pervivir a
distintas violencias, en las últimas décadas se han convertido en importantes
actores sociales y políticos, y quieren aportar al proceso de construcción de
paz en este país.
Los pueblos aborígenes del Cauca,
han sido los generadores del movimiento indígena en Colombia, en los últimos
treinta años se han comprometido con propuestas y acciones no violentas en
torno de la recuperación, el fortalecimiento y la protección de sus culturas,
su ejercicio de autonomía, y el desarrollo de un proyecto político que ellos
identifican como la “construcción de un nuevo país y un mundo posible y
deseable”.
No se les puede negar que su luchas
organizadas han conducido a la creación de procesos autónomos, a propuestas
reivindicatorias y logros para el bienestar de sus comunidades de cuyas
experiencias en la llamada resistencia civil de estos pueblos, evidencian
importantes pistas sobre los requerimientos que exigen un eventual escenario de
paz y la defensa de democracia, con aportes y las exigencias de la
multiculturalidad, que algún día ofrezcan modelos de vida más humanos y
esperanzadores para todos los caucanos y colombianos.
El Gobierno, si bien es cierto no
puede mostrar debilidad, y el Estado en su conjunto como responsable de la
convivencia social no debe aflojar en sus compromisos con las instituciones,
las posiciones que han debido afrentar por parte de las comunidades u
organizaciones indígenas en los últimos días como la destrucción de barricadas
de seguridad, va tener que asimilarlas como quien se “traga un sapo” ya que
estas cuestionadas acciones hacen parte de los mecanismos no violentos de
construcción de paz como la resistencia civil que envuelve los pueblos indígenas.
Los habitantes de Toribío se
sienten como en una especie de sándwich, entre el fuego armado y los cruces de
disparos entre las fuerzas del orden y la alevosía de la insurgencia que se niega
a salir de sus madrigueras por donde se han escondido y paseado por décadas
enteras.
Al gobierno del presidente Santos
le va tocar primero establecer puentes directos y confiables de diálogos
permanentes con las comunidades indígenas antes de repensar en ganar un guerra
con los grupos armados que merodean y tienen como corredor histórico esta zona
y en ocasiones han recibido el beneplácito obligado de los pueblos intimidados
y violentados.
Porque el problema es de tal
tamaño, que los indígenas ya no comen cuento de tanta generosidad gubernamental
en aportes de recursos cuando son otras prácticas y actividades productivas
ilícitas las que tienen sitiada la dinámica de la zona.
El Gobierno nacional y la opinión
pública deben comenzar a entender que todo este despelote conlleva al reconocimiento
que la resistencia indígena del Cauca ha sido histórica, compleja, fuerte y
exitosa, y que no se puede desechar porque al fin de cuentas son sus
territorios y destinos.
Además, que por ende constituye
una experiencia de construcción de paz desde la base y mediante mecanismos no
violentos. Ellos no esperan milagros de los Santos, porque saben que provienen
de sus dioses ancestrales, tiene características propias, se expresa en
escenarios locales y zonales que se articulan en lo regional, y en diversas
propuestas y estrategias con el ingrediente de la conocida malicia indígena.
Abordar soluciones al gravísimo
problema caucano implica de una parte, no descuidar la presencia del Estado con
todo el imperio de la Ley y en forma integral, entender que la resistencia
indígena comunitaria del Cauca en poblaciones como Toribío, obliga a conocer la
historia, la cultura, la cosmovisión, sus procesos organizativos, porque como
decía mi negra abuela materna, Gregoria Moreno Dinas, del Guásimo, en Caloto,
“esos indios son jodidos...”.
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