miércoles, 30 de enero de 2013



SALSA NEGRA EN LA BOCA DE MEDARDO


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Ha llegado a mis ojos, de verde y rojo, la imagen en sepia que fue tomada 30 años ha, del rozagante Medardo Arias saludándose con un compañero de su generación: Héctor Lavoe. Así los registró la foto que hoy ilustra la tapa del libro: La verdadera historia de la salsa. Un título asaz atrevido, si no se supiera el valor que corre y se agranda por dentro en cada página.

Medardo Arias Satizábal, nació en la isla de Buenaventura, bañada por el mar Pacífico, hondo y negro. Escribe con sangre negra las letras tristes y escenas épicas de una raza tallada en marfil y ébano, de la historia de la salsa que narra, canta y baila tierras lejanas, humo de barcos ebrios y palenques escondidos en la maraña.

El libro es producto de la experiencia de un escritor que quiso recorrer países, ciudades, sitios y escenarios y estar al lado de los hombres y mujeres que dieron forma a lo que se conoce con el nombre de salsa. Ese es el gran mérito de este ejemplar. Es un compendio no solo de historia de la génesis y evolución de la salsa, sino que tiene el valor del testimonio de quien, en persona, recogió esos datos.

Efectivamente, Medardo nos va envolviendo junto a su piel con su verbo, relatando anécdotas vividas en carne propia con los autores con quienes compartió. Va tejiendo la historia tal como sucedió ante sus ojos para que el lector la vuelva a destejer en su memoria. En lenguaje cercano pinta imágenes remotas de tribus, de Congo y Angola, personajes de Puerto Rico, de Cuba, de Cali.

Medardo Arias ha recogido en la red de su palabra autorizada sucesos, datos inéditos, contexto de canciones célebres que sonaron sobre tapices dorados y de chonta crecida junto a los manglares. No es raro que aparezca toda la lista de los géneros de música que acompañaron la aparición de la Salsa, como el danzón, el chachachá, el guaguancó, el batá, la batacha, la guaracha, o el mambo, que se fue extendiendo desde África a las Antillas, a Sur y Norte América.

Como cronista Medardo sabe decir que escritores como los cubanos Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, los colombianos Candelario Obeso, Jorge Artel, Salazar Valdés también contribuyeron con sus letras poéticas a nutrir los mensajes que lleva la salsa en medio de su son y jitanjáfora con danza. Allí van surgiendo las divinidades negras de Babaluayé, Oggun, Orisha o la Virgencita del Cobre.

Templos que se levantaron con tambor y claves y las voces de Celina y Reutilio, en Nueva York, Matanzas, Camagüey, La Habana, Santiago de Cuba, en Cali a donde llegaron Cheo Feliciano, Tite Curet Alonso, Willie Colón, María Lionza, Celia Cruz, Ricardo Suárez, Héctor Lavoe, o la NG la Banda, los Van Van, La banda que manda, República Dominicana, Irakere o Buenavista Social Club, entre otros.

Parecería, para un conocedor, que el título de este libro es exagerado. Pero por fortuna para los anales de la música no lo es. Medardo para 1982 había vivido la época con los formadores de la salsa y tenía los mismos hervores en su sangre. Con cámara en la mano, ilusión de artista en su ser y pluma rumbera estuvo en los momentos gloriosos de quienes son los divos eternos de la salsa.

Enhorabuena a Medardo Arias y gratitud a la Secretaria de Cultura y Turismo de Cali con María Elena Quiñónez que hizo posible la reedición de este galardonado libro con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.

30-01-13                                                       8:53 a.m.

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