domingo, 27 de enero de 2013

Problemas y retos de las administraciones locales


CARLOS E. CAÑAR SARRIA

Un nuevo modelo o proyecto de ciudad podría contribuir en la solución de los principales problemas de la vida urbana. Debe partir de la construcción de ciudadanía, tan escasa en los mandatarios locales. Es necesario comenzar por aprovechar escenarios que impliquen la oportunidad de encuentro entre sociedad civil y el Estado. Y esto sólo es viable mediante la participación ciudadana; participar no se puede circunscribir al momento electoral que define los gobernantes tras las contiendas políticas. Es hacer sentir al ciudadano como parte constitutiva de la ciudad. Que sienta que es un ser vivo y actuante, que sepa de dónde viene y para donde va. Para ello hay que aprovechar los escenarios que permitan expresar lo que quieren y desean los ciudadanos, sus problemas y soluciones; que se traduzcan en reivindicaciones que conlleven a mejorar sus condiciones de vida. Una ciudad sin participación ciudadana es una ciudad estéril. Con participación, la existencia citadina resulta confundida con la vida municipal.

Las administraciones locales deben asumir el reto de cohesionar los intereses del Estado central con los intereses locales. Esto no está exento de dificultades. Algunos mandatarios se quejan de la engorrosa tarea de consecución de recursos ante las instancias nacionales. En alguna medida, se traduce en la incapacidad de los alcaldes de despejar las expectativas ciudadanas en el orden de las actividades productivas, la cultura, el deporte, el desempleo, la inseguridad, pandillismo, drogadicción, violación del espacio público, desplazamiento forzado o voluntario; problemas que en algunos casos se suscitan de la crisis económica. Situación que hace que los ciudadanos expresen su inconformidad en las encuestas de opinión, tan de moda en las sociedades modernas y que toman el pulso a las administraciones, al tiempo que señalizan el grado de legitimidad de los mandatarios.

Noticias y evidencias muestran cómo se esfuman y despilfarran los recursos públicos en algunas dependencias municipales cuyos alcaldes se hacen los de la vista gorda. Lo cual desencanta a la población que ve con rabia, preocupación, pesimismo e impotencia cómo se malbaratan los recursos públicos mientras la calidad de vida de los pueblos involuciona en forma acelerada y despiadada.

Los sueldos extravagantes que devengan muchos funcionarios ‘públicos’ contrastan con las condiciones de pobreza y miseria que carcomen una población con escasez de canales de inclusión socioeconómica y con los más esenciales derechos suspendidos o denegados.

Los ciudadanos se miden en el libre ejercicio de los mecanismos de participación y en la concreción de indicadores que a simple vista demuestren que los asociados mejoren su cantidad y calidad de vida. Sin lo mínimo vital que garantice unas condiciones de dignidad la gente desespera, se trastorna y aniquila. La falta de oportunidades laborales impide a muchos respirar con relativa tranquilidad en un país donde el trabajo es un privilegio, o en su defecto, con un sistema contractual, que niega la estabilidad laboral y el régimen prestacional que obstaculiza el derecho al futuro de las familias. Desgarran el alma suicidios en un país que ‘dice’ ser “feliz”, provocados por la desesperación económica.

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