Phánor Terán
Desde Tunía, patrimonio cultural del municipio de Piendamó
Más duró un cacho de marihuana en la puerta de un colegio que el decreto del tránsito para prohibir parrilleros en motos en el casco urbano de Piendamó y en el centro Poblado de Tanía, como decía el comunicado. Voló el pobre, con entierro de pobre.
Ya de por si suena ridículo tener Secretaría de Tránsito en Piendamó, en Morales, en Cajibío, en Caldono, en Silvia, en Jambaló, por decir lo menos. Tan ridículo como los Planes de Desarrollo fotocopiados, y que nos cuestan un dineral, con los cuales se cumplen las apariencias del orden y la legalidad, el debido proceso y el imperio de la ley.
Tan ridículo como decir y creer que el Alcalde es el supremo comandante de la Policía en cada localidad. Tan ridículo como si a estas alturas de la vida a los padres y a los hombres se les ocurriera poner de moda el cinturón de castidad para que su hijas no forniquen en la vía pública, en el sofá de la casa, en la pieza de los niños, en el motel de la carretera o allí donde Roza (donde roza la nalga con la tierra), como hacen en Tunía.
¿Cuánto hace ya, que el espacio público es la república independiente, soberana y autónoma, del transporte automotor? Desde que me conozco por estos lares, he visto y veo los talleres de mecánica en las calles, los negocios de parqueo de motos, carretas, automóviles por doquier sin dios y sin ley, la toma del patrimonio cultural por parte de las empresas de transportes construyendo lo que les urge, la utilización de los parques como estacionamiento de las empresas de pasajeros, los garajes sobre los andenes peatonales y pare de contar.
Todo ese desorden, abuso y contubernio tiene nombre propio: palo que crece torcido no lo arregla nadie o por lo menos si los empresarios del transporte son conscientes que el desorden es pérdida. Como consecuencia de esta guerra monopólica, hay otra evidente o solapada: la importancia electoral del transporte: para el traslado de los votantes, para la parte correspondiente a los puestos que hacen parte de la nómina de prebendas y los favores mutuos pues en los medios políticos y burocráticos donde se tramitan las licencias de rutas. Tocar el transporte es como tocarle la llaga a Cristo. Más nos valiera no haber nacido.
La moto, no es solo un negocio, sino un transporte vital en nuestro país para la vida ciudadana, urbana y rural. Corolario de la ausencia del ferrocarril, de la ausencia de un transporte adecuado para el ciudadano de pie, consecuencia de la selva que se ha formado en las calles, a lo largo y ancho del país. Del desgobierno de antes.
Si hasta el ahora asesor jurídico de la Alcaldía, quien no dudamos se quebró las pestañas y la buena voluntad para hacer el engendro que lo puso a consumir Advil plus correspondiente a mañana, tarde y noche durante la corta vida del Decreto en cuestión, en su buena hora, campaña hizo en moto con parrillero a bordo, por los agrestes caminos del municipio. Y no solo él, sino también el actual burgomaestre, en ella, preconizaba su gobierno de participación comunitaria, lo mismo que los otros del Piendamó que amamos, que queremos, que soñamos…
Parecía, pues, que el aparatico que contribuye al desorden, fuera el lado más débil, resultando a no dudarlo el rábano por las hojas.
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