Por el padre Edwar Gerardo Andrade Rojas
Párroco Iglesia La Trinidad, Santander de Quilichao
“Pues del Señor es la tierra y todo cuanto
contiene” (1
Corintios 10, 26).
En Primera
Crónicas 29, 11-12 leemos “¡Tuyos son Señor, la grandeza, el poder, la
gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que hay en el cielo y en la
tierra es tuyo. Tuyo es también el reino, pues tú, Señor, eres superior a
todos. De ti vienen las riquezas y la honra. Tú lo gobiernas todo. La fuerza y
el poder están en tu mano, y en tu mano está también el dar grandeza y poder a
todos”. Entendemos que todo lo que existe en el universo pertenece a
Dios. Él es el dueño absoluto. Todo lo que vemos no existía y por el poder de
su Palabra fue creado (Génesis 1, 1-2). Así que la fuente de nuestros recursos
está en Dios y es Él quien los posee verdaderamente. En Génesis 1, 26-28 se
encuentra la siguiente verdad: “... ahora hagamos al hombre. Se parecerá
a nosotros, y tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y
los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo. Cuando Dios creó al
hombre, lo creó parecido a Dios mismo; hombre y mujer los creó y les dio su
bendición: tengan muchos, muchos hijos, llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen
a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran”.
Vemos que Dios en ningún momento dio al hombre posesión, sino que lo nombró
administrador, así que somos los mayordomos de su creación. El administrador
tiene a cargo los negocios de su patrón y maneja sus bienes, pues el dueño
deposita en él su confianza
Evitemos confundir la ofrenda con el diezmo, porque son diferentes. Las
ofrendas son donaciones voluntarias que hacemos a Dios como agradecimiento por
las bendiciones recibidas, sean espirituales, afectivas o materiales. En la
palabra de Dios vemos ejemplos de cómo el hombre presentó ofrendas a Dios. Abel
presentó lo mejor de sus ganados como ofrendas “También
Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los
mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación” (Génesis
4, 4). Noé edificó un altar al Señor y ofreció animales puros como sacrificio “Noé construyó un altar a Yahveh, y tomando de todos los animales
puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. Al aspirar
Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: nunca más volveré a maldecir el
suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas
desde su niñez...” (Génesis 8, 20-21).
Según el Antiguo Testamento y la mentalidad judía, a diferencia de las
ofrendas que con voluntarias, el diezmo corresponde a Dios por obligación.
Abrahán pagó el diezmo a Melquisedec entregándole la décima parte de lo que
llevaba Entonces Melquisedec, rey de
Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo...” (Génesis
14, 18-20). Jacob lo reconoció cuando dijo: “y siempre te daré, oh Dios, la décima parte
de todo lo que tú me des” (Génesis 28, 22). Dios establece en la
ley el diezmo “El diezmo entero de la tierra,
tanto de las semillas de la tierra como de los frutos de los árboles, es de
Yahveh; es cosa sagrada de Yahveh...” (Levítico
27, 30-32). En el Nuevo Testamento el Señor nos enseña a pagar tributos al
templo para sus necesidades (Mt 17, 24 - 27). También recordemos que la Iglesia
establece en su quinto mandamiento: “Pagar diezmos y primicias a la Iglesia de
Dios”. Es necesario colaborar para el sostenimiento de los Ministros del culto,
la obra evangelizadora y pastoral, además de las actividades concretas que se
realizan para socorrer a los más necesitados.
La verdad es que estamos acostumbrados a recibir pero no a dar y la
Palabra enseña que hay más alegría en
dar que en recibir “En todo os he enseñado que es
así, trabajando, como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener
presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar
que en recibir” (Hechos 20, 35). Tengamos en cuenta que los
judíos exigían el diezmo, según las disposiciones contenidas en el Antiguo
Testamento. En el Nuevo Testamento no encontramos que Jesucristo o sus Apóstoles
lo exigieran obligatoriamente a los discípulos.
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