AÑITOS VIEJOS
Patricia Helena Eastman y sus Añitos viejos
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano
Luz Elena Restrepo es la madre-abuela y diseñadora, su padre Alfredo Eastman, el cortador de madera y Patricia Helena Eastman* de Plata la armadora final y dueña del Taller de Añitos Viejos, Taller de Patty o de los “Simpáticos”.
Patricia es esposa de Ismael Plata y madre de Simón, un ingeniero exitoso que trabaja hoy fuera del país y la llama invariablemente todas las noches para que le dé la bendición. Pertenece a algunas fundaciones benéficas a las que ayuda con emoción y amor. Así comienza esta historia de una familia feliz en medio de la niebla, el sol y el mar pequeño de Calima-Darién con un bajel y dos perros, Tato y su lenta esposa Tata.
Desde hace cinco años se ha dedicado a confeccionar muñequitos con caras curiosas, vestimenta apropiada, cabello cano, dorado o con la cabeza cubierta de gorras, pañueletas o sombreros que los identifican como piratas con ojo de trapo y manco, abuelos con pata de palo, campesinos o militares sin medallas. En su mano portan una velita que se prenderá el último día del año y, como en Misión imposible, el añito viejo desaparecerá en un dos por tres, entre aromas de incienso y eucalipto.
La dedicación a confeccionar esta artesanía nació de ver la costumbre regada en todas las regiones de Colombia a fin de año de armar “años viejos” de tamaño al natural de figuras desmirriadas, generalmente simulando borrachos que terminan el año con un cigarrillo, mal trajeados y relleno su cuerpo de pólvora, triquitraques, mechas, buscapiés. Cuando suena el primer toque del reloj a las 12 de la noche el 31 de diciembre, frente a la casa se le echa candela y empiezan a explotar los volcanes, totes y triquitraques con escándalo y peligro.
De esta costumbre algo bárbara ella se ideó la forma de hacerla más casera, infantil e ingenua. Sus muñequitos serían alegres, bien arreglados, simpáticos y de un volumen como para que un niño los tenga en la mano sin temor. Se pueden colocar encima de una repisa como adorno, debajo del árbol o junto al pesebre en la sala de la casa, como un adorno más que ayude a salir de la mono-tonía.
Cambiando bastante aquella idea de matar al viejo año con sus males, maleficios, dolores y pesares, ella ha puesto en el bolsillo de la camisa del “añito viejo” un pergamino con la leyenda de que hay que dar gracias por todo lo bueno que ocurrió en el año que pasó y como un saludo al año que empieza.
Patricia Helena vive en Calima Darién ya hace 34 años a la orilla del paradisíaco Lago Calima y del Centro Vacacional Comfandi y trabaja en su hobby en una enramada en la parte trasera de su casa de habitación. También tiene un barco y entrena aficionados al esquí náutico y navegación a vela, especialmente a gente mayor, en esas tablas que vuelan con una vela-bandera de color por las aguas del Lago azur. Es su pasión y ocupación principal.
Ella ha traído a sus padres de la gran ciudad a Calima-Darién para que vivan junto a ella. Allí viven a escasos 20 minutos, en una parcelación en una casa de dos pisos. Como doña Luz Elena ya a su edad tiene dificultad para subir escaleras, don Alfredo, ingeniero, ha sacado de su vieja y útil caja de herramientas los “tornillos y perfiles” para construirle un ascensor manual para evitarle el dolor de su cadera y que se recueste demasiado en su bastón de madera comprado en una rebajona.
Como pueden apreciar ustedes, señoras y señores, la vida de una familia en este pueblo alejado un poco de los ruidos y afanes de la ciudad da para decir que todavía en el mundo quedan rastros del paraíso perdido entre tanto lujo, rumba, farándula y dolor.
16-11-12 9:51 a.m.
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