martes, 13 de noviembre de 2012



ATENEA LLEGÓ DE ATENAS A ROLDANILLO

Carátula del libro premiado en el XXVII Encuentro de Mujeres poetas colombianas en Roldanillo 2012

Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

La poetisa Clara Schöenborn ha descifrado las claves que Atenea, Αθηνά, - diosa sabia y guerrera, hija virgen de la frente armada de Zeus pues no tuvo madre -, dejó escritas a la mujer de todos los tiempos con su lanza en la coraza. En su mano trajo un águila y a sus pies levanta una serpiente su tarasca junto al tobillo. Como su búho, otea desde la cima de su casco al horizonte.

La poesía llegó a Roldanillo hace tres décadas de la mano de Águeda Pizarro y Omar Rayo y se quedó para siempre. Su historia se puede contar en las páginas de 400 libros que el Museo Rayo y Ediciones Embalaje han tejido con los hilos de otras tantas madejas. El Museo Rayo ha sido otro Parthenón en donde cada año se reúnen dos centenares de mujeres a cantar a la diosa Erato y mostrar el oficio de hechiceras, madres y maestras que les legó Atenea. 


Para el concurso anual de 2011 Clara, de ojos, de mar y ceniza, presentó al Jurado un trabajo digno de la diosa que nombra. Su lenguaje es duro como palabra que golpea un escudo, agudo como punta de espada y su mensaje es agorero como si el búho lo hubiera dictado. En cuatro capítulos ha encerrado todos los oficios que una mujer desempeña en su vida. Los de caída libre, los que escribe en el agua, los que brillan como luciérnaga y los del árbol en invierno.

Quien abre el libro de este diccionario de oficios encuentra los que pertenecen a una mujer de casa ilustrada. Aquí se hallan las mujeres adolescentes, menopáusicas, enamoradas, escritoras, sacerdotisas, inmigrantes, guerreras y cazadoras. Una por una va delineando ambientes, dones y caracteres. La mujer es una libélula enjaulada que intenta seducir al candado, y no se da cuenta cuando se mira en el espejo que es “mucho más que una mitad”.

En un segundo apartado describe cómo la mujer nace y vive en el agua: es madre, ama de casa, cocinera, esposa, abuela, feminista, gobernante, ingeniera y minera. Cuenta historias de holocaustos, cicatrices, escamas, orfebrería de nanas e infusiones milenarias. La vida diaria desde su nacimiento hasta acabar la batalla junto al cobre y el río.

Viene luego un capítulo más tierno. El de la mujer luciérnaga. Porque ellas serán hijas, embarazadas, artistas, científicas, maestras, poetas, pintoras, músicas y musas. Ser luciérnaga en un mundo incierto es un milagro diario. Oler a sándalo será el signo de su presencia y hallar enigmas en el horizonte y entre la niebla serán algunos de sus atributos.

Termina Clara su inventario de claves con árboles de nieve y frío. Es un mapa de arrugas y realidades crudas en una sociedad griega, latina, europea o americana. Allí conviven presidiarias, viejas, locas, prostitutas, desplazadas, divorciadas, ciegas y esclavas. Qué augurios tan tristes, mas qué profecía tan cumplida. También las almendras se secan y duermen sin dueño en una tienda. Y también el silencio es otra forma de llanto, nos dice. “¿En dónde queda/la huella del esqueleto/ si ni siquiera hay cenizas/en esta demolición?/

Sí. Las diosas no son reinas entre carrozas que van lanzando besos. Atenea es un Búho que se hizo viejo y ciego de tanto cantar de noche verdades que nadie escucha. Clara Schöenborn bajo su piel de coraza blanca revive en su libro a esta mujer guerrera que vino a dar otra batalla con palabras de hierro, río y lumbre.


ESCLAVA

¿Sabes de tu deformidad
y de tus pies quebrados?

¿Qué vives de la sed
y que no tienes espejos?

¿O acaso este mundo
que gira sin ti,
ha alterado tu sombra
y ya no bebes del agua?

No vigiles más
 a esos soles siempre esquivos,
recuerda el collar de ágatas
que te arrebataron.

El futuro está hecho
de mucho más que tiempo
y es por algo que tu roca
suda hoy el estaño.

Poema final del libro de Clara Schöenborn -


13-11-12                                                   10:07 a.m.

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