Reinel Gutièrrez
Ser calmado es una de las virtudes que se admira en algunas personas que caminan plácidas entre el ruido y la prisa de esta convulsionada sociedad.
Y parece que no son escasas las gentes pasivas, sino miles y miles, que viven conformes en medio de las dificultades, y que sufren con paciencia las adversidades, agarrándose de una esperanza que es lo último que se pierde.
Estos seres humanos sumisos, fueron frenados para que sus ímpetus naturales no funcionaran, porque a tiempo les dijeron que había que honrar padre y madre, no matar, no fornicar, no hurtar, no levantar falso testimonio, no mentir, nunca desear la mujer del vecino, y no codiciar las haciendas, los carros, los edificios, las flotas de buses, los barcos, los bancos, las cadenas de supermercados, y las fábricas de los demás. También se les enseñó que son faltas graves, la ira, la gula, la envidia, la lujuria, y la pereza.
La multitud cotidianamente es pasiva, y sabe que cuando se manifiesta, es disuelta con gases, garrote, agua, y tiros para que vuelva a su estado parsimonioso. Ser calmado es conservar la paciencia, no decir algo ante las injusticias, no meterse con nadie, ser imparcial, "ni chicha ni limoná".
También lo es, pagar a tiempo las obligaciones, como los impuestos, así tengan reajustes incontrolables.
Ser pacifico tiene sus ventajas, porque a pesar de vivir pobre, no se inmuta por eso, la ley nunca lo requiere, y tiene asegurada la felicidad celestial eterna.
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