lunes, 11 de febrero de 2013



HABRÁ PAPA NUEVO
POR RENUNCIA VOLUNTARIA


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Hemos sido sorprendidos con el anuncio de boca del Papa Benedicto XVI de que ya no tiene fuerzas para desempeñar el cargo de santificar, enseñar y gobernar la iglesia católica.

La decisión, por supuesto, de renunciar no es la primera en el mundo católico y romano. Le antecedieron Clemente I en los inicios de esta institución a fines del siglo I obligado por fuerzas externas en favor de Evaristo. También en el año 235 Ponciano renunció y Silverio fue forzado a ello. Igualmente, lo hicieron Benedicto IX, Celestino V y Gregorio XII en el siglo 15.

El Papado, eso sí, en cuanto institución de tradición evangélica, siempre ha mantenido incólume su trono. Ni la vejez de sus jerarcas, las renuncias forzadas o las mezclas con la política y las armas la han dejado vacante y sin pastor. En este aspecto ha sido fiel a su destino.

Hoy, el papa Râtzinger, que adelantado a su misión iluminó al Concilio Vaticano II en el mandato de Juan XXIII, considera que está cansado. Su elección también tomó por sorpresa al mundo por su pasado político en su actividad en Polonia. Nunca ese lastre lo pudo esquivar. Pero el mundo periodístico no lo consideró letal para que pudiera continuar en el solio. Había sido elegido conforme a los cánones y nadie entre los pares lo retó ni expresó impedimento o sospecha alguna.

El cansancio que expresa el máximo prelado es explicable y válido. Clemente XVI luce así en las ceremonias y ya no mira con ojos hacia el futuro. Se le ha tildado de retardatario, - cosa que algunos les place - pero los tiempos exigen aggiornamento. Aunque sorprendió con su pensamiento a cerca del cielo, el diablo, el pesebre y la virginidad de María. Y quiere propiciar, sin vacilación ni larga espera, el relevo en esta misión tan agobiante.

La historia habrá de abonarle a Benedicto que supo llegar a este predicamento. Cuando en una institución su autoridad no toma medidas a tiempo, desde fuera comenzarán a reformarla. Lloverían de parte y parte insinuaciones, correrían consejas y sus colegiados no sentirían el báculo de su guía natural. Durante su mandato ha habido incidentes en su contra, ha sido atacado y herido y de entre sus empleados más cercanos empiezan a confabular y sacar provecho. En ambos casos el Papa ha perdonado a los responsables.

Con una decisión plausible que algunos prelados ya esperaban, Benedicto XVI pasará a los anales como quien supo llegada su hora y se despojó por sí mismo del poder temporal romano. Deja así un ejemplo de dignidad, de sabiduría y ética a la iglesia y al mundo político. 

Cuántos prelados de rojo solideo tienen en su haber no solo edad de retiro, sino actuaciones aberrantes y no renuncian al cargo. Pocos se han atrevido a dar el paso, como lo ha hecho hoy el Papa reinante. Y no solo para la iglesia es el espejo de lo que debiera ocurrir. Tantos jefes de gobierno han abusado de su pueblo a ojos vista, cuántos ministros, cuántos parlamentarios y magistrados, cuántos altos mandos no tienen sus manos limpias y continúan en el poder aunque la autoridad los requiera y la sociedad los recrimine. Y siguen recibiendo su paga.

Ya llegará el día 28 y se bajará del trono el hombre de sotana blanca y tiara de oro. Se reunirán en sala cifrada los de púrpura con el camarlengo. Deliberará y hará acuerdos el Consejo de Ancianos de la gran comunidad romana, saldrá humo blanco por la chimenea sixtina y habrá nuevo Papa. Sic transit gloria mundi, es la frase que se recordará al que suba al solio, acuñada en la coronación de Alejandro V como papa en siglo XV.   

11-0213                                  11:13 a.m.

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