Por: Luis Barrera
Joseph Ratzinger ha sido el Papa de lo esencial. Pasará a la historia como un gran predicador que ha hecho accesibles a todo tipo de personas los contenidos de la Fe. Tres palabras para definirlo tras su renuncia a seguir siendo el vicario de Cristo en la tierra: honestidad, inteligencia y humildad.
Con su inesperada renuncia, Benedicto XVI confirma que con este pontificado de 7 años y medio ha roto moldes. Su decisión marcará para siempre el futuro de los pontífices y de la Iglesia, tanto por el modo de presentar la doctrina como por el modo de gobernar.
Durante estos casi ocho años ha evitado cualquier protagonismo. Quiere que se conozca el mensaje del Evangelio. O sea, que Jesús existió realmente y que era Dios. Por eso, ha dedicado su tiempo libre a la trilogía “Jesús de Nazareth”.
Benedicto XVI deja a sus 85 años una iglesia a la que no pudo cambiarle su rígida estructura interior y con culpas cometidas por sus sacerdotes, en lo que es considerada una plaga monstruosa como la pedofilia. A ello se suman las luchas de poder con la alta jerarquía eclesiástica italiana y cartas que hablan de graves casos de corrupción. Esto como lo negativo que le tocó afrontar con valentía y gallardía que sólo una mente abierta y bien centrada podría resistir ante la debilidad humana de la Iglesia que orientó en defensa de la fe cristiana.
Es la primera vez que esto sucede en la Iglesia Católica. Antes de Benedicto XVI, el Papa Celestino fue el primero en escapar rehusando asumir las responsabilidades espirituales asignadas, pero después de algunos días de meditación regresó a Roma. No obstante, el último pontífice en renunciar a su cargo fue Gregorio XII para terminar con el cisma de occidente.
También ha dedicado sus energías a la reconciliación. Por ejemplo, reconciliación con las víctimas de abusos, a las que ha visitado en muchos de sus viajes; reconciliación con el Islam; reconciliación con los tradicionalistas lefebvrianos; y reconciliación entre fe y razón.
Moderniza el papado porque renuncia en un momento de fuerza suficiente para mostrar que lo hace libre y conscientemente y para que sus sucesores se sientan libres de renunciar al cargo cuando lo consideren necesario.
Sobre su legado, todos los teólogos y analistas de su papado coinciden que su humildad manifiesta y su inteligencia asombrosa es en lo primero que piensan. Y sobre todo, su herencia a la cristiandad es su valentía asombrosa para enfrentar problemas más complejos.
Benedicto XVI no ha sido sólo el primer Papa con Twitter (@Pontifex_es). Tras un pontificado de casi ocho años, el Papa intelectual deja un abundante legado de pensamiento teológico, firmando bajo su verdadero nombre, Joseph Ratzinger, y su título de líder de la cristiandad. Como doctor en Teología, su facilidad para explicar cuestiones difíciles le hizo un hueco entre los pensadores de altura, y le diferenció de su predecesor, Juan Pablo II, que se expresaba de forma más complicada pero con una gran elocuencia.
Deja una doctrina renovada, basta ver las encíclicas que ha publicado sobre la fe, la esperanza, la caridad y, la última, que la llaman la renun novarum del siglo XXI, que es la que presentó inicialmente frente a los jefes de Estado en ese momento en que estaban en una dispersión y confusión ideológica terribles. Lo segundo que deja listo es que a él le tocó afrontar todo el problema de la decadencia moral de algunos sectores de la iglesia, en aquello que se llamó la pedofilia.
Fue durante su pontificado que tomó la determinación de que la iglesia estaba llegando tarde al tratamiento de esos escándalos y que no había de ninguna manera una forma metodología para tratarlos.
Él modificó la apreciación jurídica de la iglesia y determinó que la autoridad civil tiene que encargarse del castigo del crimen en tanto que la iglesia tiene como función la de denunciar con claridad al criminal y acoger mediante la piedad, la misericordia y la reconsideración de la conducta al pecador.
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