Por Phánor Terán
Suele ser conclusión de paros, petitorios ciudadanos y demás
clamores cívicos las consabidas comisiones.
En realidad, debería bastar la petición formulada, el hartazgo con
los aplazamientos, para que los funcionarios, o los todopoderosos y poderdantes
de cualquier pelambre y condición, se dieran a la tarea de solucionar, de
encontrar las medidas necesarias para satisfacer las exigencias, el anhelo
popular.
En fin de cuentas, se supone que son gente preparada, que además
reciben salario, viáticos y capacitación, para realizar esa función.
Los demás tenemos bastante con el día a día, para tener que
sumarle a ello, los gastos de transporte, las horas no-pagas, la inteligencia y
el conocimiento mismo, el descuido de los deberes para lo cual no recibimos
remuneración.
Si no es así, entonces los funcionarios son ineptos, son incapaces
frente a los problemas, frente a las soluciones. A no ser que estén sentados
como tantos otros, con todos los juguetes de la información, solucionando otros
“problemas”, atendiendo lo que no deben atender, o simplemente que están allí,
sirviendo a quien no deben servir. Porque para las grandes necesidades y las
pequeñas de los de abajo resultan ser son intermediarios de la sordera, hijos putativos
de la ceguera, reinsertados de la cojera, hijos legítimos de la falsedad.
O a lo mejor, son ellos los que al tratar de favorecer a otros, descargan
sobre el más pendejo, el fardo de sus asquerosidades.
Aquello de juntas, comisiones, mesas de trabajo, de concertación,
o como en el paro cafetero la tan cantinflesca CONSTITUYENTE CAFETERA, no son
más que sonajeros al pie de la cuna, distractores para aplazar lo que se debe
hacer, esperando que la voluntad y la fuerza popular se disgregue para seguir
haciendo de las suyas.
Diciente ejemplo de ello fue el paro de los controladores aéreos
en España. Cuando los burócratas fueron a buscar la Junta Directiva para
implementar como dicen los acuerdos mínimos a que habían llegado, los mismos
controladores les manifestaron que Junta Directiva no había. Que lo que se
necesitaba dicho estaba, y que era el gobierno, los funcionarios pagos y
especialistas quienes se debían ocupar de interpretar la voluntad colectiva.
Menudo chasco tuvieron porque nada más fácil que poner gratiniano
a los dirigentes a trabajar sobre lo que deben hacer los burócratas y porque
como siempre se ha hecho, se espera que las tales comisiones sean comprables o
vendibles.
Cosa que siempre es posible porque a unos pocos no solo es fácil
engañar sino lisonjear. Y porque para el futuro se podrá argüir que no fueron
los burócratas o el gobierno de turno los faltones sino los dirigentes que no supieron
negociar frente a los sabihondos. Excusa que permite a su vez, en vez de
enfrentar las cosas por el lado que son, abrir una guerra entre los traidores y
los colectivos, para acuñar la vieja frase de que mientras dividas, reinarás.
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