Rodrigo Valencia Q - Donaldo Mendoza
Especial para Proclama del Cauca
D: —Es tan fuerte el poder del arte que a muchos les hace llevadero el ateísmo.
R: —¿Sí cree? Quien pierde la religión, en parte ha dejado de soñar; entonces le es necesario despertar en otros ámbitos. Quizás Dios cae de su trono, pero otro imperio usurpa su nombre entre las ocupaciones profanas.
D: —El sueño despierto del artista y su pesadillezco despertar. "Nosotros, los escritores, no representamos adecuadamente a la humanidad. El público inteligente espera oír del arte lo que no oye de la teología, la filosofía, la teoría social, y lo que no puede oír de la ciencia pura. (...) Lo que se espera del arte es que encuentre e indique en el universo, en la memoria y en los hechos de la vida, aquello que es fundamental, perdurable, esencial". Es una cita de Saúl Bellow, Premio Nobel de Literatura, citado por Santiago Gamboa.
R: —Un hombre se despierta, se levanta de su lecho, atiende sus necesidades básicas, va al trabajo... pero surge la llamada de otredad; se abstrae, olvida lo conocido, inventa un mundo paralelo, ejercita la ensoñación; oye voces, transcribe un mensaje, usa lenguajes poéticos, visionarios o no; ha perdido el contexto real, se ha ausentado del suelo por un rato. Pero la levedad de sus pisadas termina por golpearse de nuevo con el mundo.
D: — Es tan complejo el mundo y los sujetos que lo habitamos, que las líneas de comunicación cambian según las circunstancias; unas veces son coordenadas, otras paralelas, y cuando se vuelven graves los hechos, nos salimos por la tangente.
R: —Algunos se han extrañado tanto del mundo de la realidad… Más bien, el arte es un mundo paralelo al real; sus coordenadas no valen en el mundo práctico.
D: —El sueño del artista es distinto. El artista sueña cuando pinta; el cuadro que luego vemos es el discurso. Por eso esa escasez de voces sonoras.
R: —Es un privilegio que usted tiene, poder contar un sueño con la debida amplitud. Yo no recuerdo los sueños, y cuando algo está en el umbral de la memoria, al contarlo se me convierte en cinco palabras. Me toca inventarlos, más bien; desquiciar la imaginación, resbalarme por capciosos espacios de penumbra y luz.
D: —Del sueño que esperas te cuente, la intención no es dejarlo secreto; es que tiene detalles interesantes que lo harían largo de contar, y no quiero sintetizarlo.
R: —Por lo visto, un sueño secreto, como para los "archivos x".
D: —Claro, mucha de esta habladera debe ser la causa. Contar aquí el sueño sería largo, porque tiene muchos detalles que son importantes. Un día de estos te lo cuento alrededor de un tinto en el centro.
R: —Todos los sueños son privados. Como le dije, no me acuerdo de los sueños; quizá no tengan importancia, aunque los psicólogos y semejantes les confieren cierto valor terapéutico. En el mundo soñamos despiertos; ¿para qué extender las redes de la confusión durante la noche, cuando, más que nunca, perdemos toda identidad? En la almohada somos nadie; el sueño viene a este nadie que pregona, entre tanto, mensajes visionarios.
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