Reinel Gutiérrez
En todas las facetas de la existencia, lamentablemente, el ser humano ha demostrado sus dotes de peligrosidad, y como cosa extraña, con sus propios semejantes.
Por ello la muerte, las guerras, las torturas, sometimientos, flagelaciones, humillaciones, desplazamientos, robos y muchas cosas tenebrosas y miedosas.
Si se revisa la reciente historia, y la actual actitud de las personas, se descubre que por este tiempo hay demasiada crueldad, y no se sabe qué es más horripilante que en épocas de los romanos le echaran a los leones a hombres vivos para divertirse cuando los descuartizaban, o que ahora un niño, una niña de tres o cinco años, sean violados, torturados y muertos.
El ser humano parece que tiene en su esencia genética y visceral ese deseo de hacer el daño, y cuando no lo ejecuta, al menos lo recrea en su pensamiento e intención.
Frases como “yo no le hago mal a nadie” o “que le vaya bien”, no son tan confiables, porque en la mente y el corazón reside un feo monstruo que tiene como tentáculos el egoísmo, la envidia, los malos deseos, el orgullo la vanidad, y la indiferencia.
Con el solo hecho que a una dama le hurten su cabello cortándoselo abruptamente, el ser humano demuestra su peligro. ¿Cuándo se ha visto que un león le robe la melena a otro?
Las aves se acercan confiadas a un rinoceronte, a un búfalo, o a un toro bravo, pero nunca lo hacen con la gente, a la cual seguramente le perciben sus intenciones.
Habría que mirar todos los defectos que el hombre y la mujer tienen, ya sea congénitos o aprendidos, para pensar en una paz que pueda igualar, convivir, y compartir.
Mientras ello no sea así, no valen religiones, ideologías, teorías, y cosas parecidas, y parece que cambiar al ser humano es una tarea difícil o imposible, si nos atenemos a todas los ensayos desde miles de años atrás.
Es tanto el peligro, que hasta escritos de esta naturaleza aparecen en los medios informativos, y habrá semejantes que los aplaudan y otros que los detesten.
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