MARCO
ANTONIO VALENCIA CALLE
A finales del siglo pasado decían que la soledad se estaba
comiendo a la gente, y que por culpa de ella, se estaban cometiendo las más
extrañas locuras, inclusive el suicidio. Largas peroratas, con metáfora y todo,
decían que era diferente andar solo que vivir en soledad; o mejor, que ser de
espíritu solitario, no necesariamente obligaba a vivir solo, y otro montón de
explicaciones recogidas en poemas, libros y numerosos artículos.
Cuando le preguntaron a los pensadores sobre los males del nuevo
siglo, como el calentamiento climático y las pandemias (podríamos incluir allí
la soledad) tipos como el argentino Ernesto Sábato, respondieron que deberíamos
estar tranquilos, porque cada generación trae bajo el brazo las soluciones a
sus problemas.
Y bueno, creo que para el caso de la soledad, el Sábato tenía
alguna razón. Hoy en día, “la epidemia del fin de siglo” ya tiene paliativos
importantes a través del internet. Es decir que la modernidad, con la astucia y
la tecnología, encontraron una forma de solución para muchos alrededor del
mundo.
Para no vivir solo, ni en solitario, ni sentirme aislado del
mundo, hoy en día solo hace falta tener un computador con conexión a internet,
y en un santiamén interactuar con miles de personas conocidas o sin conocer,
sin salir de casa. Es decir que podemos seguir siendo solitarios, pero estar
conectados con cinco mil personas al tiempo para hablar de lo divino y lo
humano guardando la intimidad.
El asunto con las herramientas virtuales que hemos llamado “redes
sociales” es que a muchos nos la pusieron en las manos sin enseñarnos a
usarlas, y la cosa nos explotó como granadas. Entonces, pasamos de seres en
soledad a seres adictos a la mediatización a través del facebook, el twitter y
mil redes más. Y ahora, ya no vivimos en la soledad que nos permitía la
creatividad, la meditación y la oración; sino que vivimos con una soledad
secuestrada por la adicción a las redes sociales, donde perdemos horas, días,
semanas y meses… y cuando nos damos cuenta, han pasado años. Y tiempo que se
pierde no vuelve, y mucha gente, -no todos-, pierden su tiempo allí, hasta que
se les consume la vida. Hay gente que ha sido educada para el uso de las redes,
y a través de ella consigue cosas difíciles como trabajo, hasta asuntos
trascendentales como amores, y hasta se casan. Pero no todo hacemos uso
inteligente de las redes.
A los niños de hoy, se les dice nativos digitales, porque
parodiando un viejo cuento de Monterroso, “cuando nacieron, el monstruo del
internet, ya estaba allí”. Pero tenemos que educar para sacarle provecho a las
redes y no para perder la vida allí haciendo naderías, como zombis, criaturas
de la fantasía con los que, según la prensa, las juventudes de hoy, que no
piensan y se la pasan frente a un teclado con la mente vacía, se sienten
extrañamente muy identificados.
Marco
Antonio Valencia Calle
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