martes, 5 de febrero de 2013

Qué pasa en Buenaventura


Néstor Raúl Charrupí Jiménez

Solo soy un profano de tierras lejanas que le duele lo que está sucediendo en Buenaventura, enfrentamientos de supuestas bandas delincuenciales con resultados atroces para la vida: muertos y más muertos, aunados macabramente a homicidios de dirigentes políticos. Todo ello rodeado de un caldo de cultivo que no puede ser peor, una clase política cuestionada y acusada de la comisión de los más vulgares delitos comunes, han terminado por conformar el círculo social del terror como en un cuento Kafkiano del horror.

Por infortunio en este puerto la cultura de la muerte ha hecho carrera y se toma como solución ilusa para todos sus problemas, aparecen muertos por doquier y lo que es peor, pretendemos explicar y en algunos casos justificar estos actos de barbarie privados. No poseo la bola de cristal mágica para esclarecer dichos crímenes, no faltaba más, pero sí veo, como miramos los que no somos de ese importante puerto estas atrocidades, la sumatoria de males de Colombia, hablando, no solo de la violencia, sino de la criminalización de ciertas conductas que se han entronizado en Buenaventura. Es en síntesis, la conjugación de todos los males, que ahora pretenden tener asiento definitivo en el litoral, males que no se han inventado los porteños, desde luego, pero que despliegan sus raíces, como un maligno cáncer social en esas latitudes.

Me duele, con algunas excepciones, desde que apareció la figura de la elección popular de alcaldes, casi todos estos salgan con problemas penales, culpables o inocentes, no lo sé, eso lo determinan los jueces, pero me duele, repito, y me preocupa esta situación porque no deja construir liderazgos tan necesarios, sobre todo en esa zona, en los sistemas democráticos.

El municipio de Buenaventura tiene más habitantes que el departamento del Chocó en su conjunto, esa debería ser la capital de Pacifico colombiano, sin embargo, no cuenta con la infraestructura necesaria para serlo y mucho menos con un dirigencia capaz de emprender esta empresa. En ese Puerto se hacina gran parte de los afros colombianos, pobres, desarraigados y sin un concepto claro y orgulloso de su procedencia, que es caucana, chocoana o nariñense. El sentido de pertenencia es muy endeble precisamente por ser una tierra de migrantes de municipios vecinos, quienes, además de desconfiarse unos de otros, producen acercamientos casi que tribales, basados en sus ríos o veredas, que dan al traste con un criterio de unidad, la cual no se consigue sin dignificar al ser humano y esa es la dignidad que mancilla Colombia, con el Chocó Biogeográfico en especial con Buenaventura.

Solo con recursos bien orientados, tales como tener buenos establecimientos educativos, culturales y de empresa, se logra darle dignidad a la gente, cuando sistemáticamente se le ha soslayado, es decir con educación y plata se desarrolla el polo (Buenaventura) y la periferia; el Chocó Biogeográfico (Chocó, Buenaventura, Costa Pacífica Caucana y Costa Pacífica Nariñense), solo así empezaríamos a darle una solución real al problema.

Todo lo anterior se puede superar con injerencia debida del gobierno central, no con clientelismos, ramplones y baratos, ni con abusos seudo capitalistas, como la estigmatización genérica de hombres y mujeres del Pacífico como ladrones, sino con una política social que debe partir en entregarle el muelle o Puerto Marítimo como ingreso de capital total a Buenaventura, con las fiscalizaciones y vigilancias del caso; lo contrario es lo que está sucediendo hasta ahora, el conciliábulo de todo lo malo en esas sufridas gentes, para producir más de lo mismo: muertes y más muertes.

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