martes, 5 de febrero de 2013

EL PEOR ENEMIGO


Reinel Gutiérrez

La humanidad permanece en riesgo, y cada uno de sus miembros diariamente defiende la existencia ante tanto peligro, y entre otras cosas, porque hay temor a la muerte.

Lo insólito es que el peor enemigo es el mismo ser humano, y solo basta observar las miles de muertes diarias, y en un noventa y nueve por ciento son provocadas por las personas, que en su afán mezquino de poseer, la angustia por dominar, y el deseo de imponerse y explotar unos a otros, actúa de manera violenta.

La naturaleza puede representar también un peligro, pero todos los días no hay sismos, inundaciones, huracanes, derrumbes y eventos parecidos que afecten a la población.

En cambio el ejemplar humano anda armado todo el tiempo, y hace uso de pistolas, metralletas, bombas, aviones de guerra, cohetes y demás que causan muerte y destrucción.

Por esto resulta difícil amarse unos a otros, si el que está enfrente o detrás representa un peligro. Tampoco se puede dar alojamiento al peregrino, vestir al desnudo ni dar de comer al hambriento, pues esas obras se ejecutan por la fuerza.

Alguien escribió el método de cómo ganar amigos, pero solo ha tenido éxito en la venta del libro, pues la práctica resulta difícil, pues en ese texto se dice que la música más agradable que se puede escuchar es el nombre de la persona, pero en el desespero por ofender se prefiere el apodo.

Hay que mirar alrededor, para observar que son más los enemigos potenciales que las amistades bondadosas, de convivencia y paz.

Este no es un relato negativo o de desesperanza, sino algo que va acorde con lo que se ve en nuestro medio, y se guarda eso sí, la fe de que hay que salir del mundo infernal y pensar que todos tenemos derechos y deberes, y que no es justo que unos manipulen a otros con armas, códigos, salmos, ideas, y miedo para apoderarse de la riqueza del planeta. Desde el cielo a ninguno se le han escriturado tierras, pero los más avivatos exhiben documentos avalados también por otros vivos que se precian de tener mucho poder y autoridad. El poder celestial no ha intervenido todavía en la búsqueda de la verdadera paz, y el auténtico amor con los cuales se pueda ganar el paraíso de felicidad.

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