CARLOS E. CAÑAR SARRIA
“Hombre soy y nada humano me es
indiferente”. Esta reflexión de Terencio, nos sirve para indicar que el
espíritu y el principio esencial de un buen diario y de un excelente y honesto
periodista, es su visible, desinteresada y constante preocupación por el ser
humano y por el bien público. El periodista verdadero pertenece a toda la
comunidad y no debe ser vocero de intereses mezquinos. Le corresponde valorar
las acciones u omisiones de los hombres, sin importar la raza, el sexo, la
condición económica, posición política; credo político o religioso, etc.
Puede producir escozor en actores
sociales que se ven tocados por la pluma o por la voz de los periodistas. Pero
no se puede pasar de agache a una serie de actos o sucesos que de alguna o de
múltiples maneras, afectan negativamente a la sociedad. Hay quienes ejercen el
periodismo irresponsablemente, se exceden y huyen a la verdad en los contenidos
de la información, críticas u opiniones.
La práctica del periodismo
verdadero produce satisfacciones en un sentido espiritual. Es algo que se lleva
en el corazón y no en el bolsillo. Al respecto, el veterano y desaparecido
periodista norteamericano, William Allen White, manifiesta que el periodista
que escoge la senda recta dentro de sus actividades, de seguro encontrará
muchas satisfacciones en el camino, pues no se trata de regodear, comer y
beber; vivir y morir como cínico, sino que de lo que se trata es de respetarse
a sí mismo. “En nuestra civilización-escribe Allen White- nadie va a morirse de
inanición. Pero se puede sufrir hambre y andar andrajoso, y se puede marchar
agotado y con los pies hinchados por la senda estrecha, y la satisfacción
deberá provenir del respeto a uno mismo”.
En una época tan convulsionada
como la actual, sentimos la necesidad de mezclarle mucha ética a la actividad
periodística. El periodismo amañado, mal intencionado, el sensacionalismo y la
imprudencia; además de hacer perder la objetividad e imparcialidad al
contenido, puede poner en peligro la convivencia pacífica y arriesgar la vida
de muchas personas, importando más la figuración y los intereses personales de
un periodista o el afán de lucro de un periódico. Quién lo creyera, pero de una
responsable o irresponsable información, comentario o crítica, pueden depender
muchas vidas. Hace varios años, el connotado periodista Javier Darío Restrepo
anotaba: “Así lo sintió un ciudadano caldense secuestrado, que desde su lugar
de reclusión escuchaba en la radio de los secuestradores, el detalle de su
propio secuestro. Cuando los delincuentes estaban a punto de dejarlo en
libertad, convencidos de su absoluta incapacidad para pagar un rescate
cuantioso, las cosas cambiaron merced a una información radial en que un
acucioso e imaginativo reportero describía al secuestrado como un acaudalado
hombre de negocios”.
Este 9 de febrero se celebran 222
años del ejercicio de periodismo en nuestro país. Ocasión propicia para
analizar los límites y alcances de la profesión u oficio. Felicitaciones a
todos los periodistas.
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