viernes, 8 de febrero de 2013

Palabras del director de Proclama del Cauca, en el acto ‘Periodismo: Daño, Memoria y Reparación’ en el día del periodista, realizado hoy en Bogotá, en el Salón Rojo, del Hotel Tequendama.


Periodistas Daniel Chaparro, Mary Luz Avendaño Peláez, Herbin Hoyos Medina, Hollman Morris, Paula Gaviria, directora de la Unidad de Víctimas de la Presidencia de la República, Jineth Bedoya, Nidia Serrano, Hebert Erazo, Alfonso Luna Geller, Carmen Rosa Pabón y Fernando Ramírez.
Insistir ante periodistas sobre las condiciones sociales que padece el norte del Cauca, es llover sobre mojado. No voy a derramar una gota más sobre este océano de conocimiento que aquí está reunido. Pero sí creo importante aprovechar este excepcional y trascendente escenario para poner en evidencia nuestro ejercicio del periodismo como oficio habitual en esa región colombiana. Somos interlocutores de una sociedad en conflicto, no solo del armado sino por las condiciones que evidenció el DANE comenzando el presente año: lo ejercemos en medio de una sociedad que registra los mayores índices de pobreza absoluta en Colombia.

Nosotros, los periodistas del Cauca, y especialmente los nortecaucanos, que sin que pertenecer a los grandes medios de comunicación colombianos, que sí tienen a su alcance y disposición todos los medios tecnológicos y económicos necesarios para cumplir con su tarea con eficiencia y eficacia, tenemos que afrontar la obligación social que nos hemos impuesto, con escasas herramientas bajo riesgosas condiciones, que nos han marcado también como víctimas.

En unos minutos llegaré a esta identidad nuestra para ser coherentes con el motivo de esta reunión.

A su llegada al evento Periodistas: Daño, Memoria y Reparación, efectuado este viernes en Bogotá, el Presidente Juan Manuel Santos saluda a Marcos Jule Jatacue, gobernador del Resguardo Indígena de Toribío, Cauca.
Y hago la comparación con los grandes medios, que obviamente puede ser odiosa pero indispensable para ubicarlos en nuestra situación, porque el cubrimiento incesante es el nuestro mientras que la coyuntura o la gran noticia sí es la de ellos. La cotidianidad nuestra y la oportunidad que no desaprovechan los grandes, nos diferencia. Nosotros, transitamos diariamente las vías o trocha y conflictos, y miserias, que caracterizan nuestras regiones, por eso, a veces, estamos abocados a la estigmatización, a la injuria, a la amenaza, como me ha tocado denunciarlo varias veces en mi personal caso, al peligro de muerte provocada o accidental. Un día estamos en medio de los inexplorados, por el miedo que producen, asentamientos de las padillas juveniles de los barrios del oriente de Puerto Tejada, de allí salimos para el evento de violencia o decomiso de marihuana cripy en Corinto, pasando por el corregimiento de El Palo, donde las personas viven con los pelos de punta, para descansar un poco antes de subir a Toribío. Pero no es menos riesgoso transitar el trayecto Caloto-Miranda o Pescador-Siberia-Caldono, para no hablar de la llegada a cubrir algún evento en Jambaló, Suárez o Buenos Aires. Y qué no decir de Santander de Quilichao, donde da temor hablar durito sobre los comercializadores de heroína y otras drogas, que las distribuyen en dosis personales en todos los parques de la ciudad, o de los extorsionistas que tienen sometidos hasta a los pequeños comerciantes de esta ciudad. Nosotros sentimos, mejor, escuchamos las esquinas cuando dicen, “aquel que va allí, ése es el periodista que dirige el periódico Proclama del Cauca, ¡ojo!”. A Pirry, el del documental sobre la heroína en Santander de Quilichao, nunca lo ven sentado en una banca del parque.

Hebert Erazo entrevista a Alfonso Luna
En nuestra región, tal vez por el impacto de nuestro trabajo periodístico, nos hacen, equivocadamente, también protagonistas de la noticia y de los editoriales, inclusive algunos funcionarios públicos denunciados por corrupción. No ocurre lo mismo con el periodista o el redactor de editoriales de los grandes medios; a ellos no los ven como actores directos del conflicto, son desconocidos en el entorno y pueden, con el tiempo disponible y los recursos puestos a su ejercicio profesional hacer excelentes trabajos periodísticos, que inclusive ganan premios.

En resumen, a nosotros nos toca hacer el trabajo con un objetivo inmediato pero permanente, como decía kapuscinski: un periodismo intencional, aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. Y seguimos las instrucciones del maestro: para nosotros, no hay otro periodismo posible.

Entonces, el periodismo ejercido de manera cotidiana en el norte del Cauca, para nosotros tiene como objetivo contribuir a entregar información y conocimiento a nuestra sociedad para que vea otras opciones de supervivencia y una nueva ilusión de vida se formen nuestros pueblos, en medio, repito, no solo del conflicto armado, sino de sus condiciones sociales, culturales y económicas. A esto debemos sumar la escasa, casi ninguna, organización gremial en que laboramos para responder a una sociedad que, a pesar de todo, nos ve como otro soporte fundamental para el funcionamiento de la misma.

Hollman Morris - Alfonso Luna Geller
En este sentido, además de tratar de constituirnos como vectores cruciales de la población y de la transmisión de la cultura, representamos una garantía contra el aislamiento de las poblaciones que se encuentran atrapadas en el fuego cruzado de este interminable conflicto armado. Pero tenemos dificultades. La organización indígena padece el mismo problema aunque tiene mejor organización y apoyo económico. De ellos, demos unos ejemplos: Dos de estas estaciones de radio, Voces de Nuestra Tierra, de Jambaló y Nasa Estéreo, en Toribío, se han visto obligadas a suspender sus actividades. La banda de la primera de ellas fue destruida. Igual ha ocurrido con Radio Pat’Yuma, de Santander de Quilichao.

El problema es que, lejos de ser víctimas colaterales, a los periodistas nos ven como protagonistas. A veces creen, de un lado, que podemos ser simpatizantes de la guerrilla o de los paramilitares, lo que se les ocurra o convenga, pero del otro, que somos colaboradores del Estado, como si no fuera así. Pero del Estado de Derecho, no de aquel que quieren ahora inventarse con la opinión pública para volver a torcer el pescuezo de la Constitución y las leyes. Por estas confusiones, inexplicablemente, el 14 de octubre de 2010, el periodista radial Rodolfo Maya Aricape, integrante del Tejido de Comunicación y miembro del Cabildo Indígena de López Adentro, fue asesinado, en presencia de su familia. Un año antes, en el municipio de Patía, en el casco urbano de El Bordo, había sido asesinado José Everardo Aguilar. A finales del año 2011 fue también asesinado a piedra el gerente de emisora Santander Stéreo, Holmes Marín Mera Vargas, claro que en este caso parece que fue atacado al resistir un atraco en Piendamó.

Alfonso Luna Geller, director Proclama del Cauca - Fidel Cano, director de El Espectador
Quiero significar que esta de una lucha por la libertad de expresión debiera armonizarse con políticas públicas que garanticen el pluralismo y la diversidad, preservando el interés colectivo. Pero resulta que en el Cauca, los periodistas, a quienes nos toca financiar nuestros medios independientes más que todo con la pauta oficial, además somos víctimas de la censura oficial a través de los presupuestos públicos. En el Cauca la pauta la distribuye el mandatario de turno según el medio se ponga a disposición de sus intereses politiqueros y los de sus jefes o secuaces. Es otro atentado o intención del mandatario de acabar con los medios que no se ponen a sus órdenes precisas. Nosotros, el diario Proclama del Cauca, puede dar testimonio de esta otra persecución oficial que nos acosa, porque contra nosotros se ejerce la censura con la negación arbitraria y discriminatoria de esa pauta oficial.

Entonces, el impacto que tiene la comunicación en todos los órdenes de la vida contemporánea conduce a que la demanda por su democratización deje ser un asunto circunscrito a quienes estamos directamente involucrados en este campo y se torne un desafío público, de gobierno.

Alfonso Luna Geller - Herbin Hoyos Medina
¿Qué pediríamos entonces aprovechando esta gran oportunidad? Que el Estado, a través de la Unidad de Víctimas, puede ser, creara un sistema de monitoreo del conflicto armado en el norte del Cauca a través de un sistema de procesamiento de información, construido con base en la gestión periodística. Uno de sus objetivos sería hacerle seguimiento a los casos de violación de los derechos en medio del conflicto armado en el norte del Cauca. Una plataforma que sería administrada por los periodistas organizados y con apoyo de estructuras gremiales de mayor orden.

La herramienta debería ser financiada por el organismo estatal, y ella contemplaría las categorías de contexto, información básica de las víctimas, violación de los derechos humanos y de seguimiento.

Con los registros de cada asunto, se va recogiendo información en tiempo real, todo con el objetivo de visibilizar los casos de violación de los derechos humanos, de censura y limitaciones a la libertad de expresión y de prensa, y lograr que las víctimas tengan acceso a la justicia.

Este proyecto también buscaría focalizar programas de protección y capacitación desde un enfoque regional y diferencial, dadas las características propias del norte del Cauca.


Por otra parte, bajo la premisa de que en materia de comunicación la mejor ley es la que no existe, los medios sostienen que la autorregulación es el mecanismo idóneo para preservar la libertad de expresión y que el verdadero control está en manos del lector, del oyente, del televidente, quienes en cualquier momento pueden decidir no seguir con tal o cual medio o programa; sin embargo, someto a consideración de esta importante audiencia, teniendo en cuenta que el periodismo tiene tan solo una ley que adopta algunas normas, con meros propósitos declarativos, que estudiáramos la posibilidad de crear una “Ley de Responsabilidad Social” para fomentar medios independientes. Una norma legal que más allá de demandas específicas considerara establecer las obligaciones del Estado no solo para garantizar y respetar el conjunto de derechos, sino también sus obligaciones de proteger y de cumplir para la realización plena de los derechos de la comunicación e inclusive de la responsabilidad social de los medios de comunicación.

Esta humilde intervención, como dice la ley del periodista, con meros propósitos, esta vez, deliberatorios.

Muchas gracias.

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