jueves, 2 de agosto de 2012

SEÑORITA LAURA


Reinel Gutiérrez

Como si a Colombia le faltara drama, ahora se retransmite un viejo programa internacional dedicado a todas las emociones negativas del ser humano, como la intriga, la envidia, el odio, los celos, la traición, el engaño, la ira, la violencia, el llanto, el resentimiento, el desespero, y la desesperanza.

A este espacio ninguno puede ir en actitud alegre, pues el requisito es entrar llorando, con gestos de sicario, o de miedo. En nuestro país hay muchas vicisitudes, por la desigualdad social manifestada en el desempleo, la falta de salud, de trabajo, educación, y la constante violencia que deja niños, jóvenes, adultos y ancianos muertos, o también soldados llorando.

Para completar el dantesco horizonte, llega la Señorita Laura, con su sarta de casos desesperantes y angustiosos, aumentando así el estado nervioso de los colombianos. Es tanta la -lloradera-, que ya muchos receptores modernos se están dañando por la humedad que producen las lágrimas.

Se dice que la televisión es para gente bonita, pero los que allí aparecen además de sufrir las inclemencias de la vida, deben de tener cara dura, de sufrimiento, y si presentan moretones, mucho mejor. No son agraciadas muchachas, sino jovencitas de lenguaje fuerte, o suegras de fortaleza y musculatura, o señores revestidos de exagerado machismo.

Pero parece que los colombianos padecen de masoquismo, pues además de sufrir en piel propia las desavenencias, quieren disfrutar con las de otros.

Es insólito, pero parece ser que cosas así son las que venden, que dan pauta, y además son de buen recibo entre el público. Es una estrategia socio-dramática, y aquí no estamos haciendo cuestionamientos de fondo, ni menos dudando de los votos de castidad de la Señorita Laura.

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