martes, 31 de julio de 2012



¿QUIÉN ES QUIÉN EN COLOMBIA?


Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano

Dice el Ministro de Transporte que los contratos que tienen sus familiares con el Estado no le preocupan y no le causan inhabilidad ni insomnio. Los abundantes contratos no llegan a valer tanto como alguna asesoría a una EPS. La ley previó esos hechos. Si son contraticos no causan inhabilidad, señor Coronel. No sea tan mal hablado.

Qué tal esa manera de argumentar de este ingeniero y contabilista que maneja con eficiencia los dineros de consorcios y concesiones y abre trochas, hace puentes y no tiene tiempo para dormir pensando en el país. Ningún ministro anterior le gana y la prensa no se cansa de elogiar su sagacidad para tapar huecos, abrir carreteras nuevas, pavimentar y remendar lo que dañaron dos inviernos.

Tiene alguien que ser muy fresco, tener mucha cancha para expresarse así con tanta soltura el señor Miguel Peñaloza. Perdón por lo de señor. Pero es que ya perdí la cola, como el camaleón y no me sobra lenguaje para decir doctor a tanto funcionario. La misma Presidencia, antes de tomar posesión le avaló su sana duda. Esa es una buena razón. Que el mismo nominador le recomiende para el cargo y le declare legal ese pero tan estorboso.

Viene otro argumento y esa pregunta se la habrán hecho muchas veces el presidente, los alcaldes, las distintas corporaciones para nombrar sus secretarios privados o ministros. ¿A quién nombraremos si todos están impedidos? Le ha faltado al congreso dictar otra ley para quitar toda inhabilidad a quienes han de llamarse algún día servidores públicos.

Porque parece que para ser nombrados se busca con lente grande y lupa gruesa a quienes no son inmaculados. Todo lo contrario. Aquí se debe presumir que para ser embajador, ministro, senador, alcalde, notario, superintendente, gobernador, jefe de cualquier oficina del estado se requiere estar incurso en una o dos o tres causales o, por lo menos, haberse sentado a manteles con algún narco o paramilitar.

Encontrar hoy, como ayer, en Colombia o Sodoma o Gomorra, a un ciudadano probo es una joya como haber descubierto un incunable en una librería vieja.

No digamos que aspiramos a encontrar mujeres vírgenes, a reinas sin silicona, a hombres que en su vida no hayan ido a echar una cana al aire. No. De eso no estamos hablando.

¿Cuándo será que encontremos un gobierno que no nombre primero a un señor y luego ocurra lo del cuento? El cuento dice que alguien fue acusado de robar una soga. Pero detrás venía la vaca, los terneros y el corral entero. Eso, cabalmente, es lo que ocurre en este país.

Se nombra a un ministro de salud o del interior o de defensa. Inmediatamente se tiene que nombrar a su esposa, al yerno, al sobrino y a toda la familia. Qué pena que por subir uno al podio su familia quede en la vía, descuidado… Ah, pero ahí no para la cosa. Va más allá del cuento.

Cuando termine el mandato, o antes, si sale de una cartera o de una jefatura y no le fue muy bien, se le nombra embajador o cónsul o algo. Se le da un pedazo de la torta. Para eso son los amigos.

¿Por qué, entonces, asombrarnos de la tranquilidad de este buen señor, que ni siquiera ha pedido que le nombren en un puesto a alguien de su familia? Y, eso que aquí en Colombia a nadie se le ha ocurrido a alguien tildar aquel proceder como simple y llano nepotismo recargado. ¿Lo haces tú, lo hace el otro, por qué no lo haré yo? Se preguntó un día uno de los Nule. ¿Acaso aquí todo ser humano no es corrupto?

30-07-12                                            6:50 p.m.

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