¿QUIÉN ES QUIÉN EN
COLOMBIA?
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Locombiano
Dice
el Ministro de Transporte que los contratos que tienen sus familiares con el
Estado no le preocupan y no le causan inhabilidad ni insomnio. Los abundantes
contratos no llegan a valer tanto como alguna asesoría a una EPS. La ley previó
esos hechos. Si son contraticos no causan inhabilidad, señor Coronel. No sea
tan mal hablado.
Qué
tal esa manera de argumentar de este ingeniero y contabilista que maneja con
eficiencia los dineros de consorcios y concesiones y abre trochas, hace puentes
y no tiene tiempo para dormir pensando en el país. Ningún ministro anterior le
gana y la prensa no se cansa de elogiar su sagacidad para tapar huecos, abrir
carreteras nuevas, pavimentar y remendar lo que dañaron dos inviernos.
Tiene
alguien que ser muy fresco, tener mucha cancha para expresarse así con tanta
soltura el señor Miguel Peñaloza. Perdón por lo de señor. Pero es que ya perdí
la cola, como el camaleón y no me sobra lenguaje para decir doctor a tanto
funcionario. La misma Presidencia, antes de tomar posesión le avaló su sana duda.
Esa es una buena razón. Que el mismo nominador le recomiende para el cargo y le
declare legal ese pero tan estorboso.
Viene
otro argumento y esa pregunta se la habrán hecho muchas veces el presidente,
los alcaldes, las distintas corporaciones para nombrar sus secretarios privados
o ministros. ¿A quién nombraremos si todos están impedidos? Le ha faltado al
congreso dictar otra ley para quitar toda inhabilidad a quienes han de llamarse
algún día servidores públicos.
Porque
parece que para ser nombrados se busca con lente grande y lupa gruesa a quienes
no son inmaculados. Todo lo contrario. Aquí se debe presumir que para ser
embajador, ministro, senador, alcalde, notario, superintendente, gobernador,
jefe de cualquier oficina del estado se requiere estar incurso en una o dos o
tres causales o, por lo menos, haberse sentado a manteles con algún narco o
paramilitar.
Encontrar
hoy, como ayer, en Colombia o Sodoma o Gomorra, a un ciudadano probo es una
joya como haber descubierto un incunable en una librería vieja.
No
digamos que aspiramos a encontrar mujeres vírgenes, a reinas sin silicona, a hombres
que en su vida no hayan ido a echar una cana al aire. No. De eso no estamos
hablando.
¿Cuándo
será que encontremos un gobierno que no nombre primero a un señor y luego
ocurra lo del cuento? El cuento dice que alguien fue acusado de robar una soga.
Pero detrás venía la vaca, los terneros y el corral entero. Eso, cabalmente, es
lo que ocurre en este país.
Se
nombra a un ministro de salud o del interior o de defensa. Inmediatamente se
tiene que nombrar a su esposa, al yerno, al sobrino y a toda la familia. Qué
pena que por subir uno al podio su familia quede en la vía, descuidado… Ah,
pero ahí no para la cosa. Va más allá del cuento.
Cuando
termine el mandato, o antes, si sale de una cartera o de una jefatura y no le
fue muy bien, se le nombra embajador o cónsul o algo. Se le da un pedazo de la
torta. Para eso son los amigos.
¿Por
qué, entonces, asombrarnos de la tranquilidad de este buen señor, que ni
siquiera ha pedido que le nombren en un puesto a alguien de su familia? Y, eso
que aquí en Colombia a nadie se le ha ocurrido a alguien tildar aquel proceder
como simple y llano nepotismo recargado. ¿Lo haces tú, lo hace el otro, por qué
no lo haré yo? Se preguntó un día uno de los Nule. ¿Acaso aquí todo ser humano no
es corrupto?
30-07-12
6:50 p.m.
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