Diógenes Díaz Carabalí
En Colombia, por alguna
desastrosa circunstancia, pareciera que todos necesitáramos guardaespaldas.
Pero para eso están las fuerzas de seguridad; para garantizar la honra y los
bienes de todos los colombianos. Para proteger a la sociedad. Por lo tanto
debería revisarse que los ciudadanos tengan guardaespaldas personales; si
realmente muestran riesgo.
Lógico que el presidente, los
ministros, los gobernadores, los alcaldes y las altas dignidades cuenten con
sistemas de seguridad pues sería muy traumático para la institucionalidad que
les sucediera un percance, que alguien, algún resentido, o algún miembro de los
grupos violentos atentara contra sus vidas. A los demás nos deben cuidar los
planes generales de seguridad, las disposiciones normales de la fuerza pública,
la eficiencia de nuestra policía.
Preocupa que muchas personas
cuenten con todo un séquito de hombres armados a su alrededor, como apología de
los capos, de los mafiosos. Séquitos asignados por la fuerza pública, en
detrimento de cumplir sus obligaciones para la mayoría de la población. Ellos son
funcionarios públicos, y sería un peculado su mala asignación. Agentes de la
policía que además de prestar “seguridad” muchas veces estorban el libre
desenvolvimiento de la vida del resto de ciudadanos. Estos “agentes” se sienten
con la obligación de violar las normas de tránsito y de irrespetar los derechos
que todos tenemos, o mejor, los deberes que todos debemos cumplir, como hacer
una cola para que nos atiendan en un banco, en una EPS, o para ingresar a una
entidad pública pues llega el susodicho señor, sus agentes lo anuncian y pasa
por encima de todo el mundo para ser atendido con prioridad.
La mayoría de las veces esa
seguridad personal responde más a la
vanidad del personaje. Para sentirse importante. Para subir su prepotencia.
Para aparecer como un ser distinguido. Para hacer que todos los ciudadanos del
común vuelvan su mirada hacia él. Más si los guardaespaldas son del servicio
particular del asignante que por la necesidad de protegerlo, pues nadie
atentaría contra su vida, si ni siquiera el chacho del barrio lo ha amenazado.
Claro que algunos de estos tipos cuidados por el estado son tan bandidos que la
gente cree que les ponen guardaespaldas para que no se vayan a fugar, es el
cuento que le tienen a un ex-ministro y ex-gobernador de un departamento.
La guardia
indígena.
¿De dónde o de qué norma surgió
la figura de la guardia indígena? Me parece que se trata de un delito:
suplantación de autoridad, que debe estar en cabeza del estado. Lo presentado
en el Cauca, donde la guardia indígena realizó una asonada a una base del
ejército, muestra en principio el peligro de este tipo de organizaciones
paramilitares. Falta que los negros organicen la guardia negra; los
homosexuales, la guardia LGTB; las mujeres, la guardia femenina. Y todos
tendríamos nuestra guardia personal, con nefastos resultados, como ya se vio
con las guardias que cada sector quiso organizar en el país. La de Pablo
Escobar, la de Carlos Ledher, la de Gonzalo Rodríguez Gacha, la de Carlos
Castaño, o las Convivir del señor Álvaro Uribe. Esa etapa de las guardias
particulares dejó la herencia más negra de muerte y abuso en la historia de
Colombia, y no podemos permitir que la historia se repita.
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