martes, 31 de julio de 2012

Vanidad y guardaespaldas.


Diógenes Díaz Carabalí

En Colombia, por alguna desastrosa circunstancia, pareciera que todos necesitáramos guardaespaldas. Pero para eso están las fuerzas de seguridad; para garantizar la honra y los bienes de todos los colombianos. Para proteger a la sociedad. Por lo tanto debería revisarse que los ciudadanos tengan guardaespaldas personales; si realmente muestran riesgo.

Lógico que el presidente, los ministros, los gobernadores, los alcaldes y las altas dignidades cuenten con sistemas de seguridad pues sería muy traumático para la institucionalidad que les sucediera un percance, que alguien, algún resentido, o algún miembro de los grupos violentos atentara contra sus vidas. A los demás nos deben cuidar los planes generales de seguridad, las disposiciones normales de la fuerza pública, la eficiencia de nuestra policía.

Preocupa que muchas personas cuenten con todo un séquito de hombres armados a su alrededor, como apología de los capos, de los mafiosos. Séquitos asignados por la fuerza pública, en detrimento de cumplir sus obligaciones para la mayoría de la población. Ellos son funcionarios públicos, y sería un peculado su mala asignación. Agentes de la policía que además de prestar “seguridad” muchas veces estorban el libre desenvolvimiento de la vida del resto de ciudadanos. Estos “agentes” se sienten con la obligación de violar las normas de tránsito y de irrespetar los derechos que todos tenemos, o mejor, los deberes que todos debemos cumplir, como hacer una cola para que nos atiendan en un banco, en una EPS, o para ingresar a una entidad pública pues llega el susodicho señor, sus agentes lo anuncian y pasa por encima de todo el mundo para ser atendido con prioridad.

La mayoría de las veces esa seguridad personal responde más a  la vanidad del personaje. Para sentirse importante. Para subir su prepotencia. Para aparecer como un ser distinguido. Para hacer que todos los ciudadanos del común vuelvan su mirada hacia él. Más si los guardaespaldas son del servicio particular del asignante que por la necesidad de protegerlo, pues nadie atentaría contra su vida, si ni siquiera el chacho del barrio lo ha amenazado. Claro que algunos de estos tipos cuidados por el estado son tan bandidos que la gente cree que les ponen guardaespaldas para que no se vayan a fugar, es el cuento que le tienen a un ex-ministro y ex-gobernador de un departamento.

La guardia indígena.

¿De dónde o de qué norma surgió la figura de la guardia indígena? Me parece que se trata de un delito: suplantación de autoridad, que debe estar en cabeza del estado. Lo presentado en el Cauca, donde la guardia indígena realizó una asonada a una base del ejército, muestra en principio el peligro de este tipo de organizaciones paramilitares. Falta que los negros organicen la guardia negra; los homosexuales, la guardia LGTB; las mujeres, la guardia femenina. Y todos tendríamos nuestra guardia personal, con nefastos resultados, como ya se vio con las guardias que cada sector quiso organizar en el país. La de Pablo Escobar, la de Carlos Ledher, la de Gonzalo Rodríguez Gacha, la de Carlos Castaño, o las Convivir del señor Álvaro Uribe. Esa etapa de las guardias particulares dejó la herencia más negra de muerte y abuso en la historia de Colombia, y no podemos permitir que la historia se repita.

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