miércoles, 23 de enero de 2013

SIMULADOR CLITORIANO


Reinel Gutiérrez

Cada día el mercado sorprende con objetos, artículos, aparatos y máquinas para diversidad de usos y entretención, producto de la inventiva, la imaginación, el estudio y la ciencia.

Para ir al grano, la referencia es a los juguetes de uso sexual, que analizando detenidamente, no son un juego sino algo serio, requerido para una gran necesidad o para llenar un vacío que de otra forma no se logra.

Los almacenes en donde los venden permanecen atestados de clientes que no se inmutan ni ruborizan al comprarlos, a diferencia de hace años cuando los contratiempos de la pena, el pecado y el delito no dejaban adquirir con tranquilidad una revista pornográfica.

Lo último es el “simulador clitoriano”, que es un pequeño objeto que la mujer lo usa adherido como si fuese una toalla higiénica o una tanga brasilera. No estorba y es de gran utilidad, pues cuando se acciona el vibrador produce grandes sensaciones, emociones fuertes, alegría, éxtasis y seguramente, la recta final con orgasmo y todo.

No se pongan colorados amables lectores, que esto es una realidad, y las usuarias dentro de sus accesorios para salir a la calle, al estudio o al trabajo ya lo están usando, y mucho más cuando van a fiestas. En ese sentido, ya se puede por lo menos entender por qué tanta alegría de algunas secretarias, ministras, o empeladas para atender público. A qué se debe también la gran animosidad de ellas en una reunión, sin haberse tomado un trago. Por qué reciben con agrado las clases de un catedrático que cansa con su verborrea.

¿No será que el simulador va a remplazar no solo maridos y novios, sino los cursos de relaciones humanas? Pero hasta ahora el aparato que ha permanecido vigente es el famoso consolador que a algunas damas no les puede faltar en su bolso.

Una vez un señor encontró a su hija de veintisiete años, funcionando con el citado objeto en el cuarto, y ella le reclamó por haber ingresado intempestivamente. El papá presentó excusas, pero el viernes a las siete de la noche la joven al regresar a la casa, halló a su progenitor en la sala, y en la mesita de centro tenía una botella de licor y unas copas, además del aludido consolador. ¿Pero papá, para que sacó eso? y el respondió, era que quería tomarme unos tragos con mi yerno.

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