jueves, 24 de enero de 2013

¡QUÉ TIEMPOS ESTOS!


(Phánor Terán, desde Tunía patrimonio cultural del Municipio de Piendamó.)

Eso de que la famosa plaza que tanto anhelaban los piendamoneños para darle forma al laberinto de ciudad que se ha formado y que no deja de tener su encanto, digo, que a la famosa plaza le pusieran el nombre de Santander, tenía su razón de ser.

De entrada era ni más y menos la exaltación del espíritu liberal, para oponerse a la plaza goda de Tunía, que ostentaba su plaza con el nombre de Simón Bolívar a quien los de azul de metileno, consideran el portaestandarte del pensamiento conservador. Amargo trago que no deja morir en paz a mi comandante Chávez.

Eran aquellas épocas cuando con el solo grito al partido liberal, la gente quedaba almorzada, eufórica y de siesta. Cuando la Guardia liberal de a caballo y con su rabo de gallo, rojo encendido al cuello, se resarcía de los 30 años seguidos de gobierno conservador que les tocó aguantarse por la irreparable pérdida de la guerra de los mil días.

Las plazas rojas que llamaban: Santander, Palmira, Cartago, Popayán.

En ese entonces, Piendamó, era rojo sangre toro, ni para qué decirlo. Como sería de roja que hasta aquí llegaron María Cano y su mancuerna del Ignacio Torres Giraldo. Como sería eso, que el mismo Torres Giraldo, alquiló pieza y organizó las huestes liberales de los artesanos. Tan rojas eran que se volvieron socialistas.

“Tiempos aquellos. Idos están bien. ¿Acaso tus senos son los mismos?”, dice el poeta Aníbal Arias. Hoy en día, ni voltiaos alcanzamos a desayunar con la escuálida mesada de familias en acción, y demás sortilegios con los cuales se disimula la entrega del suelo, el subsuelo, el aire, la atmósfera, la estratósfera y hasta la cagalera como decía mi abuela, de la tan cacareada patria.

Ciertamente hay mucho voltiao. De color morado rucio de tanto rojo y azul que se han echado encima. O tan desteñidos que con razón los viejos les llamaban patiamarillos. Es que una teta tira más que una yunta de bueyes. De tanto voltiarse ya no están tostados sino pandeados. Es la moda. Y la moda no incomoda.

Los revolucionarios rusos que comían burgueses fritos a mañana, tarde y noche, ahora, hicieron y siguen haciendo fiestas, ochas y panochas, con las propiedades colectivas del pueblo y se la pasan en Baden-Baden, como jeques árabes con sus respectivas mucharejas “biringas”, las mismas que hasta ayer llamaban compañeras socialistas. Y la tan renombrada Francia, portaestandarte de la democracia, de la igualdad, la libertad y fraternidad en los desiertos de Mali, arrasa con misiles, ángeles apocalípticos, los demonios tuareg a camello, en el desierto, como cualquier gringo. Santa Cruzada a la cual asistiremos para acabar, supuestamente, las hordas islamistas.

Los rojos liberales no sueltan la camándula y dirigen el patronato de la Virgen María y administran los clavos del Ecce Homo. Los maestros que tanto despotricaban de la sociedad de consumo, no ven la hora que suene la campana para montarse en el carrito fiado, más saludables que Sal de frutas Lúa, por las carreteras de la patria. Con las fotocopias y los talleres de investigación, made en Internet se sacuden del deber. Los verdes ni quemándoles sahumerio cogen color.

¡Qué tiempos estos!: así que da lo mismo que esa plaza se llame Santander, que el busto que volaron los conservadores del Mono Olaya Herrera, haya quedado hecho trizas como Ricaurte en San Mateo, donde los liberales parrandean en la misma concha acústica que lo vio esfumarse en mil pedazos. Hace ya bastante rato que felices y orondos cantamos el himno nacional de la “virgen en su agonía, arrancando sus cabellos y colgándolos del ciprés” del voltiao Núñez y Uribe, salvador, nos endilgó como símbolo nacional el sombrero “voltiao”.

No vale la pena tanta alharaca, dice Dorita: la mesada la utiliza mi mami para comprarse la cetona y el pinta uñas. Le encanta el morado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario