Rodrigo Valencia Q – Donaldo Mendoza
Especial para Proclama del Cauca
R: —Los críticos son fundamento de toda apariencia. La historia estaría mejor sin ellos.
D: —Tú sabes que en la historia de las artes ha habido buenos críticos; su aporte ha enriquecido todo lo tocado por ellos.
R: —Siempre habrá críticos honestos, con balanza equilibrada, sin visiones amaneradas ni contundencias malintencionadas por las malformaciones de la cultura.
D: —En literatura, por ejemplo, algunas obras han sido mejor comprendidas gracias a la ayuda de un crítico inteligente y sin pretensiones.
R: —Supongo que sí; el buen crítico debe lograr acercamientos entre el público y la literatura; pero no debe usurpar el criterio del lector-consumidor. Sin embargo, no me parece bueno crear este tipo de dependencias. ¿El escritor pensó que necesitaba un intermediario para llegarle al público? ¿El arte debe ser un producto mediado por terceras personas? ¿El destinatario debe proceder con entera libertad, sin prejuicios de cultura, debe pasar por una necesaria preparación para convivir con el producto del arte? Obviamente, todo arte necesita cierta iniciación para llegar a la conciencia pública, y cada quien está preparado, por naturaleza, predisposición, y también por conocimiento previo, a determinado tipo o estilo de arte. El arte satisface cierta necesidad, falencia, urgencia, o el puro goce estético del destinatario. Todo arte es una relación bilateral entre dos instancias de una conciencia en comunión.
D: —Hay niveles de lectura y también de lectores. Dostoievski, comparado con Tolstoi, parece caótico; Tolstoi es más metódico. Por ejemplo, yo me desconectaba leyendo El idiota o Los demonios, y los apuntes críticos me devolvían la senda perdida; gracias a ese aporte crítico yo entendí mejor al escritor ruso.
R: —Allí hay pertinencia del oficio crítico. Procesa un puente de comunicación que de otra manera puede resultar difícil.
D: —Sí tenemos una etapa en nuestra formación en que vemos al crítico como si fuera un oráculo, al menos yo pasé por ahí.
R: —El crítico, aureolado por la autoridad que le da el imaginario colectivo, tiene poder en su trono, así sea falso su discurso.
D: —Precisa siempre del vívido discernimiento del destinatario.
R: —El destinatario crea el equívoco de creer que hay interpretaciones. Todo campo minado de sorpresas puede ser solamente eso: un fortuito amasijo de circunstancias sin ton ni son. Y el arte da testimonio de ello; su mirada nos despierta de los sueños, quizá; pero despertarse es ver que los sueños son solamente sueños, y que es inevitable seguir soñando en un mundo donde nada es verdad.
D: —Siempre estamos soñando con que vendrán cosas mejores; incluso la catástrofe es la señal del advenimiento.
R: —Los sueños se repiten una y otra vez; la salida del laberinto acaece cuando los sueños son puertas hacia la luz, y entonces el durmiente deja de soñar.
D: —Los sueños son las ventanas por donde entran o salen libremente nuestros ángeles, fantasmas, demonios, monstruos...
R: —En todo caso, el arte es solamente sueño: un bello durmiente para una humanidad dormida.
D: —Don Quijote entró en un largo sueño para decir todo lo que se tenía guardado. No se le puede hacer juicio inquisitorio a un durmiente.
R: —Sería cometer una irresponsabilidad con el irresponsable.
D: —En la cama nocturna cada hombre tiene su maña.
R: —Dormidos somos otros... y nadie. Cuando de niño me despertaba, inmediatamente pensaba: "Apareció la vida". Hoy prefiero decir que apareció la muerte.
D: —Hoy leí una obrita de autor ecuatoriano, de contenido sociológico sobre ese país. A un hombre que iban a fusilar le dijeron que expresara su última voluntad. Y dijo: Que sea yo quien dé la orden de ¡fuego! Porque al fuego hay que verlo de frente, sin venda.
R: —Es la última voluntad de alguien que, obviamente, no espera ni quiere tener otra voluntad ni oportunidad sobre la tierra.
D: — ¿Qué pasaría si el cumplimiento de la "última voluntad" le implicara días al condenado para realizarla?
R: —No le sería concedida; la última voluntad es un juego del instante.
D: —Si uno dijera: "Quiero copular con su madre…”
R: —No; en ese momento uno está amedrentado, no envalentonado. Cualquier cosa que diga es casi solicitación de perdón, que será negado. Ese momento debe ser el más enajenante de todos, excepto para el gran Sócrates y su dignidad a toda prueba.
D: —La Pola mostró mucho coraje; otros se niegan a que les venden los ojos para ver cara a cara a la muerte.
R: —Hay que ver los samurais; el harakiri no es cualquier compromiso...
D: —Es un código de honor. Se entierran la daga y le dan vuelta para desentrañarse.
R: —Impertérrita moral, obediencia al honor. Cada quien fabrica y se vuelve esclavo de sus propios ídolos. Rendirles culto colma de mitos la historia, que otorga fuerza legendaria para banderas, himnos y gritos sagrados.
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