Reinel Gutiérrez
Transcurrido buen tiempo de existencia en las personas, cuando
cada cual ha forjado su vida a la manera que mas convenga, o la dejó al vaivén
del destino que muchas veces es inclemente y deja duras experiencias, en un
recorrido de la memoria, acuden esos nombres de quienes fueron compañeros de
brega.
Aquellos que estaban en el pupitre de al lado, cuando se recibían
clases de un profesor de agrio carácter, de disciplina extrema, y que pasados
los años, no se sabe qué ocurrió con ellos.
Esos que fueron vecinos y que de tanto roce llegaron a convertirse
en una especie de hermanos con quienes se hacían carreras, se jugaba futbol en
prolongadas jornadas en las tardes para lograr el clímax del gol, o se hacía
tertulia (recocha) en las esquinas. Los que eran alegres, colaboradores,
egoístas, osados, (berracos) que se le medían a todas las situaciones de
peligro para demostrar valentía. Pero estaban los tímidos, los incapaces, que
aunque no se tiraban en paracaídas, o se lanzaban al rio revuelto, se
aguantaban las mofas, y disfrutaban con lo que hacían los demás.
Es que en esa generación también figuraban los que tardaron en
tener una novia, en lanzar un balón a la cesta, o hacer un viaje largo. También
aquellos que por años fueron compañeros de trabajo, y con quienes se pasaba más
tiempo que con la propia familia, y se compartieron duras jornadas, alegres
fiestas, regaños del jefe, pecadillos laborales que siempre se guardaron en
secreto y que el inocente gerente nunca supo. Esos que con el impulso de un
anhelo para cambiar y vivir mejor, pintaron consignas antigubernamentales en
las paredes, danzaron, se embriagaron, dieron serenatas, se creyeron gigantes
aunque tuvieran regular estatura, y desafiaron el frío, el calor, la noche, la
autoridad, o la oscuridad.
No faltaron las bromas, los apodos, las burlas, pero siempre en un
sano ambiente sobretodo de juventud, momento en el cual todo es color de rosa y
de risa, y la preocupación por el futuro es mínima.
Al hacer el balance se sabe que no volvieron a tocar un balón
porque contrajeron matrimonio, se volvieron muy serios y un fin de semana ya no
es para jugar sino para hacer mercado, o sacar de paseo a la señora y los
niños. Estos que eran los más "recochosos", ahora cumplen órdenes de
la esposa, que no ve algo serio que su marido vuelva a las libertades de cuando
no había tomado responsabilidad.
Algunos se fueron del barrio, de la ciudad, y también del país. Otros
estudiaron, se graduaron, y ahora son abogados, ingenieros, médicos. Los demás
son vendedores de frutas, maestros de construcción, comerciantes, y negociantes.
Unos mas cayeron en la desgracia de la droga, y si todavía se dejan ver, causan
lástima. De los pocos que están por allí se conoce que Pedro se casó con Lucía,
es vendedor de leche y tiene seis hijos. Juan estudió derecho, es un abogado
más, no tan brillante pero allí va. Gerardo se fue a vivir a Bogotá y nunca se
supo más. Si no ha vuelto es que seguramente le ha ido mal, de lo contrario
volvería a mostrar los lujos. 0rlando está en los Estados Unidos, porque nunca
le gustó Colombia, y menos Popayán. Alejandro se murió, y dejó a su compañera
con dos hijas. Otros están en Alemania, Chile, Bolivia, y Ecuador, y ya no se
consideran colombianos.
La lista es larga, y si queremos un reencuentro hay que buscarlos
en Internet, en las cárceles, hospitales, o cementerios, porque se da el caso
en que algún amigo no se le volvió a ver, y un día en visita a la
"muertoteca", se descubre su nombre en una lápida.
Pero contemporáneos quedan como Esteban quien brevemente narró su
historia: "Yo estudié la primaria, el bachillerato e hice una carrera
intermedia. Soy empleado con palanca política, llevo varios años y tengo lo
necesario como una esposa, cuatro hijos, el carro y María Anaconda mi suegra
que aunque un poco fregada y malhumorada, toca tolerarla, al fin de cuentas es
la madre de mi mujer".
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