Lunes 29 de octubre, 2012
Mario Pachajoa Burbano
Amigos:
Jaime Vejarano Varona nos relata la polémica literaria que suscitó, al considerarse, en La Tertulia Payanesa, el poema del Maestro Guillermo Valencia "Hay un instante".
Cordialmente,
***
INTERESANTE POLÉMICA LITERARIA EN
“LA TERTULIA PAYANESA”
Por: Jaime Vejarano Varona
En cierta ocasión se suscitó dentro de La Tertulia Payanesa, grupo parlatorio de gran tradición en nuestra Ciudad, una interesante polémica de orden literario relacionado con el poema “Hay un instante”, del insigne vate americano don Guillermo Valencia.
En algunas publicaciones antológicas aparece el primer cuarteto así:
“Hay un instante del crepúsculo
en que las cosas brillan más,
fugaz momento palpitante
de una amorosa intensidad”.
Presenté mi duda sobre un inapropiado empleo en la expresión “una amorosa”, con dos argumentos: Primero: “Se establecía un defecto gramatical llamado “Hiato” al encontrarse cacofónicamente repetida la vocal “a” entre dos palabras seguidas, algo probablemente en que no hubiese incurrido quien proponía “sacrificar un mundo para pulir un verso”. Segundo: el calificativo “amorosa” no lo consideraba apropiado para una “intensidad”, siendo “morosa” el más acertado. Le decía: ¡Qué puede tener de amorosa una intensidad!?
Pues bien, otro de los contertulios, no estoy seguro si el connotado poeta Ricardo León Rodríguez Arce (q.D.g.), o el humanista y crítico literario Magister Hernán Torres, me argumentó conocer originalmente el poema con la palabra amorosa, escrita de puño y letra del autor. Infortunadamente unos momentos antes se había retirado de la reunión el ilustre doctor Álvaro Pío Valencia, hijo del Maestro, quien nos habría podido dilucidar el tema.
Y se dijo también que se establecía una aparente contradicción al hablar de aquel “fugaz momento” y al mismo tiempo de su “morosa” intensidad.
Sobre este último aspecto terció en la discusión el doctor Julio César Perafán Fajardo, Presidente por entonces de la Academia de Historia del Cauca, contándonos que a él le había asaltado alguna vez la misma duda y que para aclararla resolvió medir el lapso entre el inicio y el final de un crepúsculo. A tal efecto dispuso una cámara fotográfica cronometrada para dispararse segundo a segundo. Con tal experimento registró una duración de 12 segundos entre la brillantez y el opacamiento del fenómeno celeste.
Luego Valencia sí pensó en tal duración.
Cada uno reforzó con varias aserciones su convicción personal sobre el tema, habiendo concluido yo, en que si en realidad el autor de Anarkos escribió amorosa, en lugar de morosa, ciertamente no “sacrificó el mundo para pulir el verso”, sino que incurrió en un gazapo literario, difícilmente atribuible al mejor orfebre del idioma que ha tenido nuestra Ciudad.
Y, así, con tan interesantes disquisiciones, intrascendentes e inocuas –si se quiere- pero espiritualmente gratificantes, transcurrían las tenidas de La Tertulia Payanesa.
Apostilla: Como La Tertulia funcionaba en el local de la Academia de Historia, decíamos que de Día era... Academia de La Historia y de noche Academia de La Lengua.
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