Por Aluge – Fotos: David Luna
Las creaciones de Jorge Eduardo González Álvarez no son comunes ni trilladas, ni se aprenden ni se enseñan. Nacen y van haciéndose tangibles por generación espontánea desde el alma del artista; son refinadas e incluso, excluyentes, porque concebirlas solo está en el espíritu de este arquitecto egresado de la Universidad del Valle en 1987, que anhela hacerlas universales.
Para mí resultó difícil y complejo, a primera vista, entender la expresión de la imagen, la estructura escultórica, los medios disponibles, el sentimiento personal y la propuesta visual como metáfora que nos propone González Álvarez con su obra; en ella se aprecian tanto los términos universales de una escultura como los íntimos.
El cuerpo humano es la base de su creación, dominada por lo imprevisto y lo previsible pacientemente construido; se nota al apreciarla que esa obra de arte no depende sólo de González Álvarez quien la propone, sino de quien tiene la fortuna de aprehenderla, pero claro, hay que tener la capacidad de ponerle lógica y sentido a ese puñado de formas, a veces, de apariencias caprichosas.
Jorge Eduardo González Álvarez vive a media cuadra del parque Santander, donde tiene su taller de escultor, en una casa de esas que invitan a la imaginación, de esas que todavía conservan un patio central empedrado con tinajas de barro y la parra –una frondosa mata de uva- al centro, rodeada de un exuberante jardín y arbustos que definitivamente influyen en el pensamiento creativo. Es un ambiente como diseñado para que allí trabaje un escultor. Y por las piedras y tallas que puede uno ver, se traslada mentalmente hacia donde se encuentran los restos de una civilización que dejó varios centenares de estatuas monolíticas, algunas de las cuales tienen más de cuatro metros de altura y de varias toneladas de peso. En contraste, las de González Álvarez son pequeñas, de sobre-mesa, pero vale la comparación porque a pesar del tamaño monumental de las esculturas representativas de San Agustín o de la zona arqueológica de Tierradentro también se trata de figuras humanas talladas, no en bloques de roca de origen volcánico, sino en barro, hechas con maestría académica. “La arcilla hay que quemarla a altas temperaturas para que quede fuerte, y yo la estoy quemando donde hacen las materas. Hay técnicas para pegar la arcilla, con la misma tierra uno tiene que pegarla para que quede perfecta” nos explica en detalle para que podamos entender cómo se llega a lo que tenemos en la mano.
Jorge Eduardo González Álvarez es bachiller de la promoción 1980 del Instituto Técnico de Santander de Quilichao, y cuenta que empezó la escultura desde cuando estaba terminando arquitectura y que una de sus especializaciones fue en Italia, donde estudió arquitectura antigua en la Universidad de Florencia. “Allí hice una exposición grande de escultura, aproximadamente en el año 1992, y la vendí toda. Luego me fui a Barcelona, España, donde hice una especialización a raíz de toda la historia de Gaudí, el famoso arquitecto español. Hice otra exposición en la Universidad de Barcelona y también vendí absolutamente todo”. Además nos explica: “Cuando estaba en la Universidad del Valle ingresé al grupo de danzas de la universidad, que en ese tiempo era muy famosa mundialmente, viajé muchas veces con ellos por muchos países de Europa y todo lo que yo hago tiene que ver con eso: con el movimiento”.
¿Qué aceptación has tenido, ya conocen tu obra?
He traído bastante gente porque me gusta mucho que se conozca mi obra, pero no he hecho ninguna exposición, no ha existido el escenario preciso para presentar mi obra. Este es un arte que no es muy promocionado, que no es popular. Mi arte ha tenido aceptación internacional, más por fuera que aquí en el país. Aquí en Colombia todavía no he tenido la oportunidad de hacer la primera exposición, pero estoy preparando una exposición en Cali, en la Biblioteca Departamental del Valle, y muy probablemente la haga a finales de este año o a principios del 2013.
¿Cómo interpretar una obra de esta clase, qué elementos debe que tener el espectador para interpretarla?
Son las proporciones, el cuerpo, los movimientos y de pronto el sentido, la intención de una obra en particular. Yo utilizo mis manos y la imaginación para darle forma a la escultura. Yo he trabajado con el diseño arquitectónico toda la vida. Yo trabajé con Holguines, diseñé medio Cali; en la última parte que estuve hasta hace poco fue en la Zona Franca del Pacífico, también la diseñé. Ahora solo pienso dedicarme al arte”.
Cuando uno habla de escultura lo primero que se imagina es la estatua del Libertador en el parque principal…
No, quien fabrica la estatua no es el escultor. Lo que pasa es que toda escultura inicialmente se hace pequeña y luego se amplía. Por decir algo, Botero no tiene nada que ver con una escultura monumental terminada, él la hizo en un tamaño pequeño y la mandó a hacer con la misma forma en bronce, etc. Él hace el diseño a escala.
Cuando uno compra una obra pictórica, lleva la firma del autor. ¿Cómo se enorgullece uno de mostrar tu obra, qué la identifica?
Generalmente yo la firmo, o entrego un certificado. Yo pienso que la escultura no es un arte sino una inspiración.
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