martes, 20 de noviembre de 2012

¡Qué verraquera!


Diógenes Díaz Carabalí

Hoy estoy verraco. Tengo dolor de patria. Me duele esta Colombia a la que debo mi existencia. Por una leguleyada hemos perdido más de doscientos mil kilómetros cuadrados de extensión, algo así como los departamentos de Huila, Cauca y Nariño. Y, todo, repito, por una leguleyada.

La primer leguleyada que dio al traste con una gran patria fue la egoísta conspiración de Santander para provocar la disolución de La Gran Colombia. Hubiera sido una gran potencia, un inmenso país, abortado por intereses mezquinos en cada uno de los estados que la conformaban. Esos conspiradores, Santander, en primer lugar, cuentan con estatuas en los parques de todas las ciudades.

Después vino la separación de Panamá. No hubo interés en defender la soberanía en el istmo. Finalmente, el presidente, como el peor de los idiotas, declaró, lindo y lirondo, que había recibido un país, y que al final de su mandato entregaba dos. Y en el inmediato pasado, el gobierno declaró que no teníamos interés en el archipiélago de los Monjes, lo que significó la pérdida de una franja de la Guajira, y derechos marítimos sobre el golfo de Maracaibo con su riqueza petrolera y pesquera.

Es decir que a este país lo hemos perdido a pedazos. Cada quien puede venir con pretensiones sobre nuestra soberanía, y como si nos importara, casi siempre los cachacos, concentrados en su mundo estrecho y cordillerano lo han ido entregando como si estuviera en remate, como si nuestras fronteras estorbaran.

Hoy no entiendo por qué nuestro gobierno fue a discutir nuestra soberanía en el Tribunal Internacional de La Haya. Recuerdo muy bien cuál fue la respuesta de Inglaterra cuando los argentinos pretendieron tomarse Las Malvinas. Dijeron: “La soberanía sobre Las Malvinas no está en discusión; son británicas”. Paró, además, su armada frente a las costas de las islas, para confirmar que se trataba indiscutiblemente de su territorio. Cualquier país lo hace. Vayan y toquen territorio de un país vecino. ¿Por poco el famoso presidente Uribe, y el actual presidente Santos no nos tuvieron abocados a una guerra, por haber bombardeado un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano? ¿Acaso nuestros policías y soldados tan solo sirven para golpear estudiantes, campesinos, indígenas y maestros cuando salen a gritar a las calles? No tenemos seguridad nacional. Menos a nuestros políticos les interesa la patria; solo las componendas y los chanchullos.

Ha sido pésimo el manejo internacional de nuestra soberanía. Se ha permitido vulnerar nuestra nacionalidad. Hemos perdido con un paisillo una fuente de riqueza, de mar estratégico, y todo por una caterva de anticuados leguleyos que creen que las leyes internacionales se pueden acomodar a los intereses particulares, como sucede con las leyes internas, en el entendido de que éste es un estado social de derecho, que nadie sabe qué significa. Además de que no se debía discutir la soberanía de nuestro mar y nuestros territorios, los argumentos presentados fueron tan ingenuos: el tratado Esguerra Bárcenas; si aceptábamos el tribunal de La Haya, automáticamente estábamos desconociendo la inexistencia de cualquier tratado. La preservación de la reserva coralina, como si Nicaragua no pudiera argumentar que estaba en condiciones de cuidarla. ¡Que brutos los asesores en cabeza del excanciller Londoño Paredes! Se robaron la comisión. Sin duda pronto veremos en los parques estatuas de estos sabios, con Pastrana, Uribe y Santos a la cabeza, culpables de esta irresponsabilidad. ¡Qué verraquera!

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