miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA XENOFOBIA NO ES CIVILIZACIÓN




Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Loco-mbiano

Cada vez en el Congreso de Colombia algo más apesta. No bastan los excesos de sus dietas, su proclive inclinación a despreciar al pueblo que lo eligió colmándolo de impuestos y disminuyendo su poder adquisitivo con bajos salarios y poca seguridad social. Otra declarándose aforados y queriendo exonerarse de cualquier imputación o delito. Casi que se rebasó la copa de tantos desmanes cuando intentaron aprobar una reforma a la justicia espuria y acomodada.

Alguna vez se quisieron condenar los celos por el senador Édgar Espíndola que quiso convertir en delito la infidelidad de las mujeres. Y ahora el senador con 40 años de vegetación en el congreso, irrespeta con palabras de grueso calibre a millares de hombres y mujeres que tienen derecho a ser desiguales a los demás.

Nuestra Constitución, la de él también, consagra la libertad de conciencia, de pensamiento, de credo, especialmente en el artículo 13: “Todas las personas… recibirán la misma protección y trato de las autoridades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen, nacionalidad o familiar, lengua religión, opinión política o filosófica”.

No ser como el senador Roberto Gerlein también es permitido en Colombia. Personas recalcitrantes y tendenciosas, significan una amenaza para quienes él odia y trata son sevicia en público, en un foro que se dice democrático. Él puede tener sus ascos personales aprendidos en familia, sus gustos más refinados o no poseer pasiones ni cometer pecados. Pero negarlos a otros es un atropello a la democracia, por lo menos. El no goza de la calidad de parlamentario para favorecer a unos y discriminar con asco a otros.

El ponente manifestó su desacuerdo y ahí están las actas y las grabaciones para que la procuraduría llame al senador y lo sancione por faltar a la decencia mínima con que por su cargo debe tratar a los ciudadanos. Los está no solo señalando, sino insultando, degradando, llamándolos sucios, asquerosos, excrementales. Por algo de parecido calibre fue sancionado un diputado en Antioquia recientemente.

Creyó que por querer excluir a las mujeres como está de moda y no merecer el repudio, podría burlarse de sus compañeros hombres. No. Él no acepta que son humanos, que pueden sentir diferente a otros hombres, que son libres de vivir en comunidad y exigir que les respeten los derechos que también en otros países les han sido reconocidos. Cierto que él puede profesar otros sentimientos y oponerse con argumentos serios y actuales si los tiene o votar en contra. Pero eso no quiere decir que se convierta en un agresor rabioso y derrame su hiel contra los llamados gays o del grupo LGBTI.

¿Acaso nunca ha leído un tomo de antropología, de psicología, no se da cuenta que el mundo cada vez es más incluyente, más solidario, menos agazapado, menos morrongo o que ya no esconde las inclinaciones a que los llama la Naturaleza? Claro, señor senador. Esos sentimientos, esas manifestaciones pertenecen también a la Naturaleza de Darwin, Freud, Marvin Harris. ¿Quién le está diciendo hoy a usted, que hay actos humanos por fuera de Natura? Por lo menos tiene una explicación, porque en los actos de amor y de sexo del hombre no hay aberraciones. Ese modo de pensar está superado. Usted que es de una región más libre en expresar lo cotidiano, bien lo sabe.

No puede ampararse en una constitución para expresarse así de una multitud de unos conciudadanos que también lo rodean en el Congreso. Ni puede a nombre de una religión hablar así en un recinto laico y neutral como es el Congreso. Su catecismo, sus creencias seudo religiosas y su odio guárdelos, por favor, en su casa o en recintos de olorcillo a inquisición y caza de brujos. Dejemos esas actitudes grotescas para esas épocas nefandas y ghetos homofóbicos. Que su Dios lo proteja del Código Disciplinario que le cabe por estos otros excesos de pureza y celo.

-Epílogo y coloquios. Recuerde el alma dormida que en Deut. 5,11: El Señor y Padre prohíbe usar el nombre de Él en vano. Jurar al comenzar su mandato de cumplir con la constitución es un deber ético y legal de todo parlamentario.

20-11.12

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