CARLOS E. CAÑAR SARRIA
En el contexto latinoamericano, Colombia
ocupa una de las tasas más elevadas de desempleo y de trabajo informal. La
gente no tiene ocupación y el ocio se está convirtiendo en madre de todos los
vicios. Personas que cuentan con el “privilegio” de trabajar están sometidas a
unas relaciones y condiciones laborales que no les permite mirar el futuro con
seguridad.
La adopción del modelo
neoliberal, la falta de políticas públicas, el desinterés del Estado, de la
clase política, del sector empresarial y de otros actores, por garantizar a las
personas lo mínimo vital que signifique una existencia física y mental en
condiciones de dignidad ha sido la regla y no la excepción.
Problema demasiado preocupante
debido a que una situación económica negativa para una gran cantidad de
personas y de familias, lesiona la convivencia pacífica y deteriora el tejido
social. La ola de inseguridad que permanentemente ronda en las ciudades
colombianas, la violación del espacio público, la economía del rebusque, el
pandillismo, el vandalismo, etc., son manifestaciones de una sociedad
inmensamente desigual e igualmente caótica.
La reducción del tamaño del
Estado, una regulación laboral que delega ese compromiso a los particulares en condiciones
ventajosas para estos y desfavorables para los trabajadores, desdice de un
verdadero Estado Social de Derecho. El consuetudinario aumento salarial por debajo
del índice de inflación, por ejemplo, conduce a las personas al desespero, a la
incertidumbre y a la desesperanza.
Una verdadera democracia no es
posible edificarse en unos cimientos de privilegios y de mezquindades. Reformas
laborales que no llenan las expectativas de la población desdicen de la
justicia y equidad.
El empleo es una de las
principales variables de la economía social. Las políticas públicas para
afrontar el problema del desempleo y para dignificar el empleo escasean por
todas partes. Como si el Estado y la sociedad no entendieran la problemática
nacional y no fueran conscientes de la necesidad de atender con prontitud y
acierto un problema que parece salírsele cada vez más de las manos a mucha
gente.
Los problemas del desempleo, del
trabajo ocasional, del rebusque o informal compete a muchos actores sociales y
no es responsabilidad absoluta de las administraciones locales. Si el modelo
económico no ayuda, si el gobierno central no colabora, si políticos y
congresistas no se concientizan, si las empresas se hacen las de la vista
gorda, si las universidades no se caracterizan con programas pertinentes y
necesarios, si las personas no se capacitan, difícilmente se puede crear una
cultura del empleo y emprendimiento. En no pocas ciudades colombianas, el
desempleo supera el 20%, cifra que constata la desatención de los derechos
sociales y económicos.
Las políticas públicas son
instrumentos necesarios para hacer un buen gobierno. El diseño, implementación,
evaluación y el impacto de las mismas no solo es responsabilidad del Estado,
sino también de la sociedad civil y de las organizaciones privadas. Unas políticas
públicas de empleo de gran impacto social, contribuirían en la resolución de la
problemática.
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